BALDOMERO R. DÍAZ

Víctima de la desesperación, de la impotencia, un hombre la emprendió a cabezazos contra las paredes de los juzgados de Orihuela hace unos días. Harto de esperas y de levantarse a las cuatro de la madrugada para conseguir un número que le franqueara las puertas del colapsado Registro Civil, decidió romperse la crisma al estamparse, un día más, con el «vuelva usted mañana» tan propio de nuestras administraciones públicas. Como consecuencia de los golpes sufrió heridas de diversa consideración y tuvo que ser asistido por el equipo de una ambulancia. La Policía, ante la revuelta que comenzaba a fraguarse en la concurrida cola, envió varias patrullas para calmar los ánimos del gentío, harto de tan inútiles y largas esperas. Me solidarizo, de corazón, con este hombre, porque hace un tiempo viví una situación similar en el Registro Civil de Elche. Después de guardar cola sin éxito varios días para lograr el pase y solucionar un simple trámite, me levanté a las cinco de la madrugada con el fin de colocarme entre los primeros. Al llegar a la puerta de entrada me encontré con que el último número, el 10, se lo llevaba la persona que estaba delante de mi. Me hubiera liado a mamporros, de verdad, pero entré en razón y decidí levantarme al día siguiente una hora antes, a las cuatro, como el de Orihuela. Así, conseguí entrar, aunque por los pelos. Problemas similiares se producen cada día en Benidorm y en Torrevieja, sin visos de que se arreglen. Y mientras tanto, sus señorías, las encargadas, junto al Gobierno, de arreglar este disparate, se dan dos meses de vacaciones en las Cortes Valencianas. Bien podrían aprovechar este tiempo de asueto para tomarle la temperatura a estas colas. Se darían cuenta en directo de lo que sufren sus gobernados y de que tienen un serio asunto del que ocuparse. Del martirio que lleva a una persona a darse tan tremendo cabezazo.