Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vacaciones en les Corts

La próxima semana tampoco se reunirá el Pleno de les Corts Valencianes. La idea extendida es que los diputados seguimos de vacaciones, lo que resulta un tanto escandaloso teniendo en cuenta que el último Pleno terminó el 19 de diciembre del pasado 2013. No es así. Los diputados no sólo trabajan cuando el Pleno está reunido. Para poder presentar y defender, con un mínimo de conocimiento de causa, los diferentes tipos de iniciativas parlamentarias que se tramitan, es imprescindible que los miembros de la cámara dediquen mucho tiempo a recorrer la Comunidad, a hablar con sus gentes, a estudiar documentos y a redactar papeles. Al menos los diputados de la oposición, que no llevan detrás el soporte de los servicios de las diferentes Consellerías. En contra de lo que pudiera parecer, diez minutos de intervención en una Comisión o un Pleno suelen llevar muchas horas de trabajo detrás. Además, hay que hacer labores de representación, acudiendo a eventos de todo tipo, desde entregas de premios a fiestas patronales. No hay límites en la jornada laboral para tantas funciones y, para algunas de ellas, muchas veces tampoco hay ganas. Por poner un ejemplo, las fiestas se viven como fiestas cuando uno mismo elige disfrutarlas, no cuando se está agobiado de tareas y, a pesar de ello, hay que asistir y ponerse a tono sin pasarse, prescindiendo de horas de sueño. Los diputados tienen obligaciones que no destacan, que apenas se ven y que se desarrollan fuera del edificio de les Corts, cuando no está reunido el Pleno. Evidentemente y como en todas las profesiones, unos ponen más esfuerzo que otros en el empeño, lo que no siempre se reconoce.

Dicho esto, a título meramente informativo, lo cierto es que les Corts no están cumpliendo la función institucional para la que fueron diseñadas. En una democracia, el Parlamento debería ser el punto central de la vida política, y el nuestro dista mucho de serlo. Pero esto, lamentablemente, poco depende de las ganas de trabajar de muchos de sus diputados: responde a la concepción minimalista de la democracia que tiene el PP, agravada por la escasa talla política de sus actuales dirigentes. En una sociedad que arrastra una lamentable situación de quiebra económica y moral, resulta inaceptable observar este comportamiento escapista en las Instituciones.

Hace muchos años que los parlamentos perdieron su condición de foros de debate, abiertos a las iniciativas y a las posiciones de los diputados individualmente considerados. El desarrollo de la economía, los cambios sociales y, principalmente, el aumento de las funciones del Estado derivaron hacia lo que García Pelayo bautizó como el «Estado de Partidos». El parlamento se ha convertido en el espacio donde debaten los partidos, a través de los diputados. Si el mayoritario no quiere, no hay debate. Deberíamos encontrar fórmulas para ampliar la participación de los ciudadanos en los trabajos políticos y parlamentarios sin dejar, por ello, de apurar a fondo las posibilidades que nos ofrece el sistema vigente. Las primarias abiertas de los socialistas constituyen un primer paso en esa dirección.

Los valencianos han querido que el Partido Popular gobierne con mayoría absoluta esta Comunidad, desde hace 19 años. El juego de esa mayoría hace que les Corts aprueben todas las iniciativas del Consell y rechacen casi todas las que proponen los grupos de oposición. No hay suspense, ni emoción en los resultados de las votaciones pero, ¿quiere ello decir que los debates no sirven para nada? Hasta hace poco, el PP parecía considerar nuestro parlamento como una suerte de teatro donde escenificar las derrotas que infligía a los malos valencianos, personificados en la oposición. Eran los tiempos de las «performances políticas», como denomina Christian Salmon, o grandes montajes escénicos, como diría un clásico. Los tiempos del derroche y de los excesos, pero también del abuso de la imagen de que hacían gala Zaplana y Camps. Les Corts se reunían para hacer de caja de resonancia de los logros alcanzados por el régimen popular. No interesaba el debate, interesaba el espectáculo que allí se exhibía para ser amplificado, posteriormente, por los medios afines. La imagen lo abarcaba todo: el triunfo del PP y las miserias de los otros. El parlamento había pasado a cumplir la misión de contribuir a la reproducción de las condiciones que garantizaban el mantenimiento del poder existente.

Esos tiempos han acabado. El PP ya no quiere escenarios porque donde les gustaría estar es debajo de la mesa para no ser vistos por los ciudadanos defraudados. Por eso ya no les sirve el parlamento. Pueden seguir ganando las votaciones igual que antes, pero ya no es lo mismo. Ya no tienen el dominio del espectáculo porque no tienen ninguna imagen atractiva que ofrecer. Sin embargo, el parlamento es hoy más necesario que nunca porque nunca ha habido tantos problemas a los que buscarles soluciones. Uno de los requisitos imprescindibles para que la gente considere como legítimo un sistema es que la voz de todos pueda ser escuchada, antes de la toma de decisiones. Como no pueden hablar millones de personas a la vez, es obligado que puedan hablar sus representantes y eso es lo que espera la gente: que se reúnan les Corts, que se hable de sus problemas y que se intente la búsqueda de soluciones. Todo el mundo sabe que encontrarlas no es fácil pero, al menos, esperan que se intente.

El PP no tiene respuestas ni argumentos para enfrentarse a la situación de la Comunidad, por eso impone las mal llamadas vacaciones parlamentarias. Huye de los debates como huye de los ciudadanos. No permite Plenos como no permite acercarse a la gente en los actos públicos a los que acude Fabra. No aceptan críticas, sugerencias ni protestas, mientras exhiben su miedo y su impotencia con cada una de sus decisiones. Y Gürtel se sigue agrandando. ¡Menos mal que eran tres trajes!

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats