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Pero ¿sigue aún la huelga?

El día 30 de septiembre pasado envié a la alcaldesa de Alicante y al concejal de Atención Urbana la carta que a continuación transcribo: «Sábado 28 de septiembre, 10:45 horas, me dirijo desde la calle Carlet al mercadillo de Benalúa. El panorama de suciedad es desolador. Allí y en Pardo Gimeno, o en las calles transversales (Isabel la Católica, Alona, García Andreu, Doctor Just, Pérez Medina) miles de colillas, bolsas de plástico, papeles de todos los colores se acumulan a ambos lados, junto a los bordillos de las aceras. El trasiego de personas que vamos o vienen del mercado y el mercadillo es grande, los comentarios unánimes contra la desidia de los que ensucian y de los que no limpian. Regreso a las 11:20 horas por la calle Carratalá, que presenta el mismo aspecto. Frente al número 11 de la calle, la acera tiene una costra de detritus de palomas de varios milímetros. Y unos pasos más adelante ¡una rata de mediano tamaño se cruza en mi camino y se esconde bajo un coche aparcado! Oigo gritar a una señora que camina unos pasos tras de mí. Arrecian las críticas y la indignación: "los votará su...". Como he hecho fotos, adjunto testimonio gráfico de tanta insoportable marranería en una zona de Alicante que no es en absoluto marginal, porque se encuentra a pocos minutos de la estación de RENFE y de El Corte Inglés. Una zona en la que están la Comisaria Central, los Juzgados, la Delegación Territorial de Educación, las oficinas de Aguas Municipales... ¡Ah, pero es la única zona de Alicante, eso sí, que tiene el privilegio de que se poden los árboles cada tres meses!».

Pues bien, si ese era el panorama de la limpieza antes de la huelga, ahora faltan las palabras para explicar lo que se ve en esas calles benalueses y supongo que también en otras muchas de distintas zonas, porque aunque supuestamente la huelga acabó hace diez días, no se han barrido las calles, acumulándose junto a los bordillos de las aceras una suciedad repugnante y las papeleras están desbordadas, con su contenido desparramado debajo.

¿Qué podemos hacer los inermes ciudadanos ante esta situación de abuso y descontrol? ¿Hemos de resignarnos a que Alicante esté más sucia que algún poblado del submundo? ¿Sólo cabe pagar y llorar? ¿De qué sirven nuestras denuncias si quienes nos gobiernan son insensibles o impotentes para resolverlas? ¿Cuánto tiempo es necesario para que aparezcan los barrenderos -en plural, porque uno solo no podría limpiar tanta suciedad- y procuren despejar la situación que condeno?

Tal vez la respuesta se dio en la exclamación escuchada ese 28 de septiembre pasado «los votará su...».

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