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Irracional homofobia

Recientemente: veintisiete premios Nobel se han posicionado contra la irrespirable homofobia que se vive en muchos países del mundo. Un cardenal español manifiesta que la homosexualidad es una enfermedad que se puede curar y días atrás una manifestación en París de 600.000 personas, se pronuncian en contra del matrimonio igualitario y en defensa de la familia tradicional.

El Tribunal Supremo de India dictaminó, el pasado día 11 de diciembre, declarar ilegales las relaciones homosexuales, rechazando así la histórica decisión adoptada en 2009 por un tribunal de la localidad de Nueva Delhi que anuló la prohibición de la era colonial contra la homosexualidad. La ley castiga hasta con diez años de prisión las relaciones sexuales consentidas entre personas del mismo sexo.

La Organización Mundial de la Salud decidió en 1990 que el 17 de mayo fuera el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia coincidiendo con la decisión de esta agencia de la ONU de eliminar de la lista de enfermedades mentales a la homosexualidad. En las últimas décadas se ha progresado en la visibilidad de estas tendencias sexuales. Un dato es significativo: en 15 países de distintos continentes y en estados de México y Estados Unidos y recientemente en Inglaterra y Gales se ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero conviene subrayar que en 78 países estas orientaciones sexuales son ilegales y son castigadas. En cinco países la sanción es la pena de muerte: Sudán, Arabia Saudí, Mauritania, Yemen, Irán y en zonas de Somalia y Nigeria.

Amnistía Internacional en los años ochenta amplió su mandato y consideró que estas personas de ser detenidas eran prisioneros de conciencia y el lesbianismo, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) un derecho que debía ser protegido. Recientemente Carlos Sanguino, responsable del trabajo sobre diversidad afectivo/sexual en Amnistía Internacional, refiriéndose a África escribe «los casos de acoso, persecución, discriminación, violencia y asesinato cometidos contra personas por razón de su orientación sexual o identidad de género son cada vez más numerosos en el África subsahariana. Treinta y seis Estados siguen criminalizando las relaciones sexuales consentidas entre personas del mismo sexo y algunos países han introducido recientemente leyes destinadas a agravar las penas para los comportamientos homosexuales». En Uganda desde 2009, repetidas iniciativas parlamentarias han intentado aprobar la llamada «ley antihomosexualidad», que plantea endurecer las penas contra este colectivo mediante cadena perpetua para algunos casos. Algunos borradores de la ley han incluido la pena de muerte para casos de «homosexualidad agravada». En Ghana la situación es parecida: en julio de 2011, Paul Evans Aidoo, ministro para la Región Occidental, ordenó a las fuerzas de seguridad detener a todos los gays y lesbianas que hubiera en el oeste del país, y exhortó a los propietarios e inquilinos de viviendas a denunciar a toda persona a la que considerasen sospechosa de ser homosexual. En Nigeria el Senado ha aprobado un proyecto de ley que impondría penas de 14 años de cárcel por contraer matrimonio con personas del mismo sexo.

En Sudáfrica, como en otros países de la región, existen movimientos muy activos de gays y lesbianas que arriesgan sus vidas todos los días. Noxolo Nogwaza, una mujer lesbiana que en 2011 fue violada y asesinada mientras volvía a su casa después de salir con unos amigos, aún no se ha investigado su muerte, y esta es la actitud habitual de las autoridades. Los agresores se sienten protegidos por la policía. Recientemente ha sido asesinado a golpes el activista LGTB y periodista camerunés Eric Ohena Lembembe. Amnistía Internacional apoya a los grupos que en circunstancias tan difíciles luchan contra la homofobia y trata de presionar a los gobiernos para que cambien su política represora. El Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) debería facilitar el exilio de estas personas, sus vidas están en constante peligro. Los movimientos occidentales LGBTI deberían colaborar más intensamente con estos grupos que se mueven en la clandestinidad con tantas dificultades. Es oportuno citar unas declaraciones de Frank Mugisha, presidente de la ONG Minorías Sexuales de Uganda: «no sé lo que podría ocurrirme en cualquier momento. No sé quién quiere ahorcarme, no sé quién quiere agredirme. No puedo controlar mi destino. Pero no puedo volver a encerrarme en el armario, he entregado mi vida al movimiento, no puedo cambiarlo ahora». Tanta homo­­fobia en distintas regiones del mundo sugiere que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son muy significativas. De lo contrario resulta difícil entender que el tema preocupe tanto.

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