El Gobierno argentino se refirió hace poco a la devaluación del peso como «política cambiaria de flotación administrada del tipo de cambio». Claro, te dicen una cosa así y tardas cuatro días en enterarte de qué va el asunto. Cuando te enteras, ya no tiene remedio. Nosotros mismos nos enteramos de que la promesa de no subir el IVA, de no tocar los impuestos, así como de dejar intactas la sanidad, la educación, etcétera, quería decir todo lo contrario. Pero ya era tarde. La cosa no tenía remedio hasta las siguientes elecciones, que se producirían dentro de cuatro años. Además, a las mentiras directas, groseras («jamás haré esto») le siguieron luego los eufemismos.

El eufemismo es más difícil de manejar que la trola porque posee un grado de complejidad mayor. Así, cuando la ministra de Trabajo llama «movilidad exterior» a la emigración forzosa, la cabeza ha de hacer un recorrido, primero por la frase y luego por la realidad, que en ocasiones resulta agotador, sobre todo si los eufemismos se amontonan. Por ejemplo, si al rescate lo llaman «línea de crédito»; si al desahucio, «procedimiento de ejecución hipotecaria»; si a la amnistía fiscal, «regularización»; si a los bancos malos, «vehículos de liquidación a largo plazo»; si a los recortes, «reformas estructurales»; si a la privatización, «externalización de los servicios públicos»; si al repago, «copago»; si a la recesión, «crecimiento negativo»; si al abaratamiento del despido, «flexibilización del mercado laboral»; si a la subida de impuestos, «novedad tributaria»; si al lío de Bárcenas, «indemnización en diferido»; si, al recetazo, «tique moderador sanitario».

Son solo unos ejemplos. Primero vino la mentira cruda y luego llegaron los eufemismos, que son mentiras cocidas, para las que se requiere un paladar distinto. Ahora bien, ninguno de nuestros políticos ha alcanzado el nivel de los responsables de la economía argentina. Repetimos: la devaluación es en realidad una «política cambiaria de flotación administrada del tipo de cambio». Y luego nos dicen que la lengua es un tesoro. Miren ustedes, la lengua es un tesoro a veces. En tiempos como los que nos ha tocado vivir, la lengua es una mina antipersona. La pisas, y salta por los aires la pensión, o te desahucian, o te quitan la beca.