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F. J. Bernabé

Me paso a la Pepsi

La fábrica de Coca-Cola llegó a Alicante hace casi tanto como yo, que nací aquí, con lo que ya son más de 50 los años que lleva no sólo elaborando el famoso refresco sino también implicada en la sociedad alicantina. Recuerdo la obligada visita a las flamantes instalaciones por las que han pasado miles de escolares que por aquel entonces nos quedábamos con la boca abierta al ver la tecnología que allí se utilizaba. Esos depósitos enormes y de brillante acero inoxidable, esas cintas transportadoras por las que circulaban las botellitas en los diferentes procesos de lavado, llenado, cerrado? todo bajo la atenta mirada de unos señores con inmaculada bata blanca, por lo que en aquellos tiempos nos parecía estar de visita a algo así como la NASA. Pero lo mejor venía al final, cuando disfrutabas de un refresco que en aquella época no estaba al alcance de muchas maltrechas economías familiares. Y qué decir de la ilusión con que junto al profesor de Lengua preparábamos nuestra participación en su concurso de redacción, al que han presentado sus relatos más de diez millones de españoles en sus más de 50 años de historia. Pero Coca-Cola en Alicante ha sido siempre algo más. Desconozco si sucedía igual en otras ciudades donde la marca más consumida del planeta extendió sus tentáculos como símbolo de la expansión del imperialismo yanki por el mundo, pero por lo menos aquí los responsables de la planta alicantina siempre se han volcado con las fiestas, el deporte y con toda aquella asociación o entidad que solicitaba su colaboración. Todo apunta a que esta etapa llega a su fin. Se irá de Alicante otra industria sin que a los responsables políticos del municipio parezca que les importe lo más mínimo. Si se cierran fábricas y se despiden a cientos de trabajadores a pesar de que la multinacional acumula año tras año beneficios, si «¡Coca-Cola es así!»? me paso a la Pepsi.

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