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La canción de Serrat

EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ

Hace demasiado tiempo, Serrat escribió una pequeña joya que zarandeaba frases reconocibles: «Un día más que se va colando de contrabando», comenzaba. Era una canción breve, mucho más que la entrevista de esta noche con Mariano primero de España y último de Alemania perpetrada en la cadena del nuevo régimen. La canción de Serrat animaba a pintar el sol, teñir el mar y plantar la mañana, un imposible para la escayolada entrevista de esta noche. He retrocedido a su colega Asquith, el primer ministro británico que creyó encontrar un eslogan en la frase «esperen y verán» y perdió su dormitorio de Downing Street en cuanto la muchedumbre se hartó de esperar. Entonces, Gloria Lomana ha despedido al presidente con la agresividad que se espera de una entrevistadora de cámara (por eso la han elegido) y he caído en la cuenta de que Rajoy había consumido sesenta minutos de silencios, boberías, chuletas memorizadas y tics cansinos. Termina Serrat «tire palante, que empujan atrás».

TAMBORES LEJANOS

Basta hablar con cualquier ruso o ucraniano para intuir qué está ocurriendo en Kiev, pero quizá no interesen disturbios lejanos salvo si logramos encontrar un vínculo chisposo con nuestros problemas regionales. Bien, un dato obvio es que Kiev está ardiendo porque una mitad de ucranianos quiere seguir vinculada a Rusia y la otra mitad prefiere mirar al oeste. El segundo dato obvio es que en Kiev vive mucha gente a la que se está obligando a elegir entre el padre y la madre con la condena en cualquier caso por traición. Eso es nacionalismo como lo entienden nuestros intelectuales del «encaje constitucional». Ellos comparan a Irlanda con el PaísVasco y a Cataluña con Escocia, pero jamás aclaran para qué sirve la independencia. Bien, una aspiración casi romántica. Y súbita: en Cataluña hay muchos que se acostaron autonomistas y se han despertado independentistas. Puedo entenderlo en el caso de Ucrania (mejor un amo alemán que uno ruso o viceversa), pero si Mas no va a celebrar ningún referéndum ¿por qué insiste en convocarlo?

AMÉN

Una terapia parlamentaria recomendable para los estresados ha sido el intercambio de citas bíblicas entre Rajoy y Rubalcaba a cuenta de la prima de riesgo, dos evangelistas con casulla de hermés, barbas galileas, hatillo ayuno de votos e incensario para los todavía incrédulos, Mariano remontando hasta el Gólgota, Alfredo deslomado junto a él pero sin un cirineo piadoso, verónicas malvadas como Esperanza y Carme cuyos sudarios están bañados en azufre y no en agua bendita, jaleos mamporerros desde las bancadas fariseas y salmos, muchos salmos, tantos como para indigestar a un monaguillo descreído que se hurga la nariz mientras el sacerdote consagra, un rifirrafe catequista para discutir condecoraciones macroeconómicas acerca de si el PIB repunta una décima o el paro se estaciona en el quinto semisótano del maravilloso edificio bíblico que estos sumos sacerdotes regentan pingüemente. Posada ha levantado la sesión con sacerdocio insuperable: «Y dicho esto expiramos».

DEPORTE NACIONAL

La dimisión de Rosell tiene el valor de quien prefiere dimitir en lugar de declararse culpable y solicitar un indulto exprés que Gallardón tramitaría por vía de urgencia por aquello de que Rosell es lo menos nacionalista que queda en el «qui és qui» de Cataluña. Pero Rosell ha dimitido por unas comisiones turbias denunciadas indirectamente por su predecesor Laporta y aventadas por la exquisita prensa madrileña que lleva veinte años mirando al tendido en cuanto les mencionas el pelotazo de las torres del Bernabéu. Somos idiotas en el sentido de que sabemos que Rosell, Florentino, los Gil y demás pretenden ganar dinero a través de una camiseta que para ellos significa infinitamente menos que para nosotros. En España se tolera legalmente (un palco es un palco para cualquier político), pero en Münich y Manchester nos ven como a Don Rodrigo en Guadalete, que se lo comieron los gusanos por donde más pecado había.

LA TETA Y EL PARAÍSO

El ministro Fernández ha andado al quite en Fitur, ya saben la feria turística en la que la Generalitat no coloca rótulos de las ciudades, los alcaldes ignoran el protocolo, los escoltas dejan sin canapés a los escoltados y otras anécdotas que justifican nuestro emblema de sol y playa: «Spain is different». Fitur es a España lo que sesenta millones de turistas a la balanza de pagos: un desmadre contable. Una de las empresas que se promocionaba era una discoteca de Gandía que muy sagazmente contrató a dos azafatas envueltas en látex y un escote que desafiaba las leyes anatómicas. Y la moral. No me pregunten sobre buenas costumbres nocturnas en una discoteca playera, pero el ministro Fernández se presentó ayer en la feria para asegurar que Santa Teresa de Jesús velaba por España. Las azafatas habían desaparecido por pudor ministerial. Lo más probable es que una de ellas se llame Teresa.

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