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Joaquín Santo Matas

Marina Olcina, serena sensatez

El día que inaugurábamos el monumento a Gastón Castelló en la hoy plaza del 25 de mayo, a espaldas del Mercado Central, uno de los presentes me indicó que una señora pequeña, enjuta pero de porte esbelto y aspecto señorial, era Marina Olcina, la primer mujer concejal del Ayuntamiento de Alicante. Yo sabía de ella por los libros sobre la Guerra Civil e incluso la citaba en el mío, coescrito con Francisco Aldeguer, Alicante 1939. Me fui acercando para verla de cerca y quedé sorprendido cuando me hizo un gesto indicativo de que quería hablar conmigo. Al encontrarnos me preguntó «¿es usted hijo de Carmen Matas?». Entonces la sorpresa se incrementó porque ella marchó durante la guerra fuera de Alicante, sufrió cárcel al volver y largo exilio para acabar residiendo en Madrid aunque con casa en la alicantina plaza de España de su ciudad natal, junto a la calle Padre Mariana.

Cuando le respondí afirmativamente me explicó que, al verme, le había comentado a la amiga que la acompañaba, risueña y de rictus bondadoso, que esa persona se parecía un montón a su compañera de estudios en la Escuela de Magisterio de la que guardaba un grato recuerdo por ser muy buena chica. Habían pasado más de seis décadas y recordaba nítidamente la cara de mi madre que vio reflejada en la mía.

Aquí empezó una grata relación. Me pareció una persona encantadora, serena, sensata, que había rechazado cualquier atisbo de rencor o victimismo sin renunciar un ápice a sus ideales comunistas. Aunque rehusé hablarle de los temas espinosos que habían marcado su vida, recuerdo perfectamente cuando, para repudiar aires de venganza o revancha, me dijo que en la guerra se habían cometido muchas barbaridades. Y lo manifestaba lejos de maniqueísmos, incluyendo en el saco a ambos bandos.

Menos de un año después de acceder a la dirección del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, organizamos la exposición Arte Preso, Dibujos y acuarelas en el Reformatorio de Adultos de Alicante (1939-1941), colección inédita del artista madrileño afincado en Alicante Ricardo Fuente que había recogido de los pintores encarcelados y de él mismo durante su estancia en prisión y guardado celosamente hasta que su hijo, de igual nombre y también pintor, decidió darla a conocer, con un enorme valor testimonial.

Especialmente satisfecho me encuentro de aquel catálogo realizado al efecto y para el que invitamos a escribir a Marina Olcina. Nos remitió un texto encantador, elocuente y sincero que reprodujimos manuscrito, tal y como nos llegó, porque tenía una letra legible en su precisión.

Luego la vi una vez en la puerta de su casa alicantina, charlamos, quedamos en volver a vernos con más calma, me alegró que el Ayuntamiento del PP le rotulara una calle de la zona residencial de Entreplayas con su nombre y ahora, al morir, lamento la pérdida de alguien que en circunstancias distintas hubiera aportado mucho y bueno a la ciudad que siempre llevó en su corazón.

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