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¿Tan difícil es entendernos?

Cuando dos partes están unidas desde siempre y una de ellas se quiere separar, desmembrar, lo fácil es culpabilizar al que insiste en su propósito. Pero las cosas no siempre son así de fáciles. A veces, conviene reposar la indignación, meditar con la máxima objetividad y, sobre todo, ponerse en la otra parte para intentar comprenderla. Es lo que se llama tener empatía. Me estoy refiriendo, claro está, a la secesión de Catalunya.

Artur Mas tiene mucha responsabilidad política en lo que está sucediendo en Catalunya. Desde su atalaya de president ha cometido muchos errores alentando y, sobre todo, mezclando sentimientos con intereses económicos. Pero bajo mi punto de vista, él únicamente no ha creado el problema. Si acaso ha contribuido sensiblemente a empeorarlo. En el distingo de errores habría que contar con quienes instalaron mesas petitorias para celebrar una consulta contra el Estatuto Catalán, quienes maliciosamente instigaron el boicot a los productos catalanes y, sobre todo, quienes presentaron el recurso ante el Tribunal Constitucional, cuando habían recibido la promesa del anterior presidente del Gobierno de España de aprobar y respetar lo que el Parlament Catalá aprobara. ¿Qué se precipitó Zapatero? Es posible, pero era el presidente del Gobierno español.

Estoy convencido que no sería complicado documentar manipulaciones y adoctrinamiento en las escuelas catalanas, en los medios catalanes, en la sociedad catalana en definitiva. Pero esto hace años que ya sucede y el tsunami independentista nunca ha rugido como ahora. Siempre he estado seguro que tanta gente no puede estar equivocada. Sin duda, para qué negarlo, la crisis económica está actuando como espoleta de esta bomba que, seguro, afectará a otras comunidades.

Piden un referéndum para decidir definitivamente su futuro. ¿Por qué tenemos tanto miedo a la consulta? La explicación no creo que sea sólo porque es inconstitucional, que lo sabemos, como también sabemos que no hay nada inmutable, eterno. La Constitución admite reformas, renovaciones e infinidad de cambios que ya se están demandando en el patio político español. ¿Por qué no incluir el «derecho a decidir» de un pueblo? Si ligamos este derecho al plebiscito de toda España, pues estamos anulándolo completamente. Y yo, se lo aseguro, no quiero a mi lado a quién no me quiere. Ya sé que esto conlleva un riesgo y un agravio comparativo con otras regiones. Pero si la traca independentista explosiona, sin duda, es que algo estamos haciendo mal.

El catalanismo, hasta ahora, ha sido siempre pactista, moderado y pacifista. Comprometido en la democracia y, en cierto modo, en la estabilidad española. Ahora, y tras múltiples errores de unos y de otros la cosa parece que va en serio. Artur Mas, al que se le podrá acusar de muchos defectos es más listo que nuestros políticos. Sólo me desorienta seriamente su ambigüedad. No soy sicólogo ni político, pero me da la ligera impresión que trata de recular tendiéndole la mano del diálogo a Rajoy, pero éste fiel a su estilo, dice que no hay nada que dialogar y le retira la mano. Esto lógicamente va a provocar un sentimiento de rechazo extensivo a toda la sociedad catalana.

La solución, insisto, sólo pasa por el diálogo. No hay otra. Y dialogar no es humillarse ni ceder por sistema. Es escucharse ambas partes y encontrar, por fin, una solución.

Y, como refuerzo, leo y reproduzco una tribuna de La Vanguardia muy elocuente:

La Vanguardia, habría que decir La nueva Vanguardia, bajo la dirección desde hace unos días de Marius Carol, ha entrado en el debate del «conflicto catalán» con un editorial casi a página entera titulado 2014: España y Catalunya en el que apuesta claramente por el diálogo, la contención.

Tras reconocer que «no hay en estos momentos, es cierto, perspectivas de encuentro y conciliación» entre los Gobiernos de España y de Catalunya, «el 2014 parece abocado al choque y a la épica historicista. Tiempo al tiempo, serenidad, inteligencia y sentido de la realidad», recomienda ahora La Vanguardia en su editorial.

Tras este editorial moderado de La Vanguardia, sectores independentistas ya están pidiendo a Mas que le hinque el diente cerrando el grifo de la financiación.

¿Mi opinión? Creo que el Gobierno español debe facilitar y conseguir que esta consulta sea totalmente legal. Se trataría de explicar claramente las consecuencias que podrían acarrear tal secesión. Nada de amenazas? consecuencias concretas con declaraciones de mandatarios europeos y que decidan libremente.

Mas está intentando desaforadamente conseguir apoyos internacionales, pero Europa, fiel a su estilo, no va a mojarse. Yo estoy seguro que con un ánimo pactista, libre de separatistas y de separadores, no se celebrará nunca esta consulta. Si conseguimos abortar este sentimiento independentista convenciendo, no imponiendo, seguro que el problema queda solucionado. Ahora bien, a las bravas todo puede suceder.

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