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El joven Juan Vander en los años ochenta

Por el Facebook de dos arqueólogos del MARQ -Jorge Soler y José Luis Menéndez Fueyo- supe al regresar a Alicante, tras unas breves vacaciones de fin de año, que acaba de morir «Juan». El dolor de ambos arqueólogos era sentido, pero me resultó al mismo tiempo intrigante al desconocer de qué «Juan» hablaban. No me atreví a preguntarles y, por ello, mi sorpresa fue grande al día siguiente, cuando leí dos artículos en el diario INFORMACIÓN firmados por Rosa Mª Castells, conservadora del MACA, y por José Pico, de la Obra Social de la CAM. Descubrí que el llorado amigo era Juan van der Hofstadt, fallecido a los 47 años. Se glosaba de él su personalidad como diseñador gráfico y, sobre todo, como diseñador de exposiciones en el MARQ, MACA y otros escenarios.

No he podido resistir la tentación de reencontrarme con Juan tras esta noticia, de reencontrarme con su memoria. He visitado su Facebook, que desconocía, donde he leído emotivos mensajes de sus amigos; he navegado por la web de su empresa de comunicación Vdh. Y me he preguntado por qué no nos habíamos visto en los últimos veinticinco años, viviendo ambos en la misma ciudad. Por ello he recordado un aspecto quizá poco conocido: el de sus días en los que fue el vocal de la sección joven en la junta del Ateneo de Alicante, justo cuando la entidad acababa de reaparecer a mediados de los ochenta y superó dos millares de socios.

En aquella circunstancia nos conocimos, formando parte de un grupo de jóvenes inquietos por la cultura, todos con veintitantos años. Por eso compartíamos sueños en la Biblioteca o en otras estancias de la sede que el Ateneo adquirió en la calle Navas. Por entonces la entidad cultural vivía un bullicio que luego se perdió, con socios de todas las edades y un nutrido programa de actos donde algunos conseguimos encontrar nuestras primeras opciones de mostrarnos en público. El Ateneo era lugar de encuentro para las reuniones de la sección joven, y para improvisar tertulias que después daban paso a escapadas, ya ociosas, hacia bares cercanos o al barrio antiguo.

Juan vander -lo típico era llamarle así, suprimiendo el Hofstadt- iniciaba entonces sus contactos con la publicidad, mientras otros, con algún año más que él, habíamos emprendido trayectorias en el arte -justo es recordar al pintor Luis Paricio y las visitas a su estudio en Babel- o en el periodismo, en mi caso como columnista del diario La verdad, cuya redacción estaba en la misma calle. Revisando el libro Breve historia del Ateneo de Alicante, de Vicente Ramos, compruebo que Juan van der Hofstadt fue el primer representante joven que formó parte de la junta directiva en 1986, en la que permaneció hasta 1988.

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