Ha comenzado en Hannover el juicio contra el anterior presidente federal, el democristiano -estos alemanes es que tienen de todo- Christian Wulff, por un presunto delito de cohecho. Se estima que las audiencias se extiendan veinte días en los que comparecerán 46 testigos. El ex se vio forzado a dejar el cargo en febrero del año pasado tras ser suspendida su inmunidad por sospecha de corrupción. ¿Y qué ha hecho este hombre?, se preguntarán ustedes. Aunque será el tribunal quien determine, todo lo que ha conseguido reunir el fiscal es que un empresario cercano se hizo cargo de los gastos de hotel y de una guardería para el hijo recién nacido dentro de la invitación cursada para que la familia asistiera a la famosa Fiesta de la Cerveza muniquesa. En total, 71o euros. No, 710 millones no; 710 con 40 céntimos para ser precisos. También está en cuestión si se incluye en el pliego la visita conjunta a una de las grandes carpas del sarao cervecero, lo que situaría el cargo por el que un presidente federal ha sido sentado en el banquillo sobre unos tres mil euros y pico. Eso es todo. Ni trajes ni bolsos ni cursos de pega ni tramas organizándote la vida ni nada de nada. 710,40. El mandatario cometió el error de enviar un mensaje al redactor jefe del Bild pidiéndole que no saliese una información sobre su caso hasta el regreso de un viaje, lo que políticamente precipitó la caída, aunque la Fiscalía ha estimado su dimisión insuficiente para lo ocurrido. Se me olvidaba apuntar que el empresario de marras es un productor cinematográfico, necesitado de fondos para distribuir una de sus pelis protagonizada por un empleado de Siemens, por lo que Wulff escribió al presidente del gigante tecnológico informándole del proyecto. Aquí resulta impensable. Aquí, cualquier ministro que se precie lo que hace es hundir si está en su mano lo que resta de industria cinematográfica. Cuánto le queda por aprender a estos alemanes.
