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Una política ciega

El Gobierno insiste en recortar en profesores y becas y ha permitido una subida astronómica de las tasas universitarias que ponen en peligro el futuro de millones de alumnos. El Consell, rescatado y controlado por el departamento de Montoro, -uno de los ministros más optimistas del Ejecutivo-no paga a los colegios e institutos públicos desde febrero porque sus prioridades, por los hechos les juzgaremos, no parecen estar en elevar la calidad de la educación en la Comunidad Valenciana. La enseñanza pública está sufriendo unos ajustes bestiales y aunque no tenga responsablidad en esta crisis, creada por la avaricia de un sector financiero que un día decidió arriesgar más de lo razonable en el mercado inmobiliario, se está llevando la peor parte junto a la sanidad; los dos soportes del Estado del Bienestar. Y aunque ahora se alzan voces de que estamos remontando y Botín afirma que entra dinero a manta -será en su casa- nos encontramos con un panorama desolador. Ya nada volverá a ser igual. Por el camino quedan un sinfín de derechos y una reforma educativa en ciernes más propia del antiguo régimen que de una moderna democracia. Lo público está señalado en el centro de la diana neoliberal, o mejor dicho, del «tea party» español, que aunque oficialmente no existe, jamás dejó de manejar los hilos del poder, incluida una más que cuestionable Transición.

Nos hemos cansado de repetir en tiempos pretéritos lo importante que era la educación para el desarrollo del país. En cuanto han venido mal dadas, el partido en el Gobierno ha cercenado el sistema y ha demolido parte de lo construido en estos últimos 30 años. Un ejemplo lo tenemos en la investigación. Los Presupuestos Generales del Estado de 2014 han incrementado en 214 millones la inversión para investigación, después de haber perdido 461 millones en el ejercicio pasado. No es de extrañar que con estas decisiones hasta los rectores, independientemente de su ideología, reprochen una política ciega que nos aboca a décadas de ostracismo y miseria. La mejor materia prima, el factor humano, es carne de cañón. La juventud, la mejor preparada de nuestra historia, sólo le queda buscar su camino lejos de su tierra o morirse aquí de asco.

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