Es, sin ningún género de dudas, la imagen de esta semana. Centenares (hay quien habla de miles) de alcoyanos cabreados en la Glorieta, al comprobar que en esta ciudad atípica e inclasificable la «fireta» del 9 d'Octubre no se celebra el 9 d'Octubre. La frustración que vivieron estos ciudadanos el pasado miércoles ante la imagen del abandono y de las casetas cerradas tras el fin de semana resume perfectamente la extraña relación que tiene Alcoy (y sobre todo, sus gobiernos municipales) con la fiesta nacional de todos los valencianos.

Vale la pena recordar, que allá por la década de los noventa del pasado siglo, el gobierno socialista del denostado Pepe Sanus consiguió algo que ahora nos parece imposible: meter las celebraciones del 9 d'Octubre dentro de la encorsetada y limitadísima oferta festiva alcoyana (Moros y Cristianos, Reyes y se acabó). Una espectacular feria de artesanía y de libros, una programación cultural intensa y numerosas actividades de calle lograron el milagro e hicieron posible que miles y miles de ciudadanos peregrinaran al centro en unos días, que llegaron a tener ese aroma especial de las grandes ocasiones. Luego, llegaron los años del PP; un partido que dejó languidecer la «fireta» y que poco a poco fue vaciando de contenidos la efeméride, hasta convertirla en un mero pretexto para cogerse un puente y marcharse a la playa si hacía buen tiempo.

El regreso de la izquierda al poder municipal había generado importantes expectativas en torno a la posibilidad de recuperar algunos de los esplendores perdidos de esta cita. Los partidos que integran el pacto de gobierno (tanto en la versión tripartito como en la versión bipartito) incluyen en sus bases programáticas inequívocos y rotundos pronunciamientos en torno a la necesidad de defender las señas de identidad valencianas y de ellos cabía esperar un cierto esfuerzo para reactivar un programa de actividades que se había quedado bajo mínimos. Sin embargo, estas previsiones no se han cumplido y acabamos de vivir uno de los 9 d'Octubre más «desllavassats» y anodinos de nuestra historia reciente. El sentimiento de que se ha perdido para siempre la oportunidad de celebrar una fiesta cívica y reivindicativa crece entre la población, que comprueba que ni los cambios de color político son capaces de resucitar un evento, que se ha quedado encallado en sus aspectos más institucionales y que parece haber renunciado definitivamente a traspasar las fronteras de la calle, para llegar al ciudadano de a pie.

Como era de esperar, las apreturas económicas de las arcas municipales se han convertido en la excusa principal a la hora de justificar el raquitismo de la programación del 9 d'Octubre. Nos hemos encontrado con los mismos argumentos de siempre, en los que se acepta como un dogma de fe que la organización de cualquier actividad cultural o cívica pasa necesariamente por tirar de billetera y por repartir fondos públicos a diestro y siniestro. Se trata de una secuela nefasta de los tiempos de las vacas gordas, que impide a nuestros gobernantes utilizar los infinitos recursos de la imaginación y que lo fía todo a la disponibilidad de dinero contante y sonante.

Dado que todos los expertos coinciden en señalar que las administraciones públicas (incluidos los ayuntamientos) no recuperarán nunca los niveles de alegría económica de hace diez años, todo parece indicar que nos tendremos que ir acostumbrando a vivir en este páramo y a ver cómo se marchitan una tras otra todas las iniciativas públicas en materia de cultura o de animación de la actividad social. Sólo hay una manera de escapar de este siniestro futuro: que se produzca un cambio radical de actitud entre nuestros dirigentes, que asuman que los buenos tiempos han pasado a la historia y que se enfrenten con la desagradable obligación de gestionar desde la miseria. Toca revisar los métodos tradicionales, tomarse la molestia de buscar nuevas ideas y conseguir complicidades de asociaciones y colectivos ciudadanos en unos actos en los que hasta ahora, el Ayuntamiento se limitaba a pagar los gastos. De no actuarse así, lo que ha pasado este 9 d'Octubre será un mero aperitivo en el proceso de «amuermamiento» general de esta ciudad.