SHAKESPEARE Y SUS MÁSCARAS

TEATRO PRINCIPAL ALICANTE

Compañía: Ballet Nacional de Cuba. Dirección general y coreografía: Alicia ALonso. Música: Charles Gounod.

La tragedia de los amantes de Verona, Romeo y Julieta, se ha visto reiteradamente en el Principal. En esta ocasión, el gran Ballet Nacional de Cuba, que dirige con su sello la mítica maestra Alicia Alonso, es el encargado de llevar a la escena una sintetizada versión de la obra. Shakespeare y sus máscaras es el título adoptado para poner en órbita la leyenda con este choque entre el idealismo y el mundo real como temática de fondo. Aquí no se oye la música de Prokofiev, sino la de Charles Gounod con la adaptación orquestal del cubano Juan Piñera. El sentido dramático que requiere el argumento se consigue. Pero también vemos y escuchamos pasajes festivos y toques sentimentales con la pareja formada por Dani Hernández y Anette Delgado, protagonistas de la trágica historia de amor. Ambas siluetas logran especial relieve con su diversidad de acciones y ágiles posturas en la narración danzada, y el dinámico y amplio elenco muestra expresividad con cada uno de los ingredientes bien conjuntados. Todos cumplen, y brillan otras individualidades en algunas situaciones. La plasticidad y la armonía del equipo quedan patentes, así como se imprime la tradición del ballet clásico y romántico con la variedad rítmica y el resumido libreto de José Ramón Neyra. Se incorpora un vendedor de máscaras (Leandro Pérez) que representa con soltura, desenfado y seguridad al propio comediante y autor y que permanece, como hilo conductor o maestro de ceremonias, a lo largo del espectáculo coreografiado por la directora general Alicia Alonso. El vistoso vestuario del español Pedro Moreno, los rasgos intimistas y la escenografía de Ricardo Reymena colocan a los numerosos espectadores ante un teatro del siglo XVI. En julio de 2003 se estrenó mundialmente, por cierto, en la Nave de Sagunt, dentro de los actos de la II Bienal de Valencia y en coproducción con la Fundación de las Artes Escénicas. Eran los tiempos del relumbrón que se han ido desinflando. Ni el aparente oropel ni la anemia son deseables. La afición obsequió muchos aplausos el miércoles.