Las comarcas del Vinalopó tienen un símbolo que, paradójicamente, no es siempre percibido con la visibilidad que merece: la Escuela Universitaria de Relaciones Laborales, adscrita a la Universidad de Alicante. La EURLE, para entendernos. Un centro que sitúa a Elda, junto a la sede de la UNED, como una de las poblaciones que componen el mapa universitario de la provincia.

Durante cincuenta años, la EURLE ha formado a más de tres mil titulados: primero como Graduados Sociales, después como Diplomados en Relaciones Laborales. Pero el curso 2013-2014 que acaba de arrancar, cuando el plazo de matrícula permanece todavía abierto, tiene un significado especial: con la añadidura del 4º y último curso del Grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos, esta titulación, equivalente a las anteriores licenciaturas, puede ya realizarse completa en sus aulas, consumándose con ello la implantación del Plan Bolonia en el centro.

La oferta, pues, no deja de ser atractiva para quienes eligen la especialidad y se proponen cursar su carrera universitaria en la zona. Quienes así lo deciden cuentan con las ventajas de combinar sus tiempos en el caso de que alternen trabajo y estudio, o la de reducir considerablemente los costos económicos a sus familias, si se trata de alumnos que proceden del instituto y no han accedido al mercado de trabajo. Para unos y otros, la EURLE es una oportunidad que les concede el beneficio de estudiar en grupos pequeños generalmente de no más de 35 alumnos, privilegio que garantiza una mayor calidad y que no acostumbran a disfrutar muchos estudiantes de otros escenarios y universidades. La cercanía de los docentes con el alumnado, la facilidad para las tutorías, el trato continuado, junto a todos los medios que aporta la Universidad de Alicante en su campus virtual, son marcas de la casa.

No son pocas las veces que he pensado que la EURLE es, en las comarcas del Vinalopó, como el percebe de la novela humorística Viajes morrocotudos en busca del trifinus melancolicus, escrita por José Pérez Zúñiga e ilustrada por Xauradó a principios del siglo XX. Su argumento es curioso. El autor y el dibujante son los protagonistas. Al trasladarse desde Madrid a Barcelona para una gestión editorial, coinciden con míster Sándwich, un inglés que les ofrece una recompensa si son capaces de encontrarle el único animal que no conoce: el «trifinus melancolicus». Con dinero que les adelanta, ambos se lanzan a la aventura recorriendo los continentes, pero no logran información sobre el misterioso animal. Sólo en Barcelona, de regreso y fracasados, poco antes de subirse al tren de vuelta a Madrid, un desconocido les da unas pistas descubriéndoles otros nombres latinos del «trifinus».

Al llegar a Madrid para reencontrase con míster Sándwich visitan antes una librería donde consultan un diccionario. Allí averiguan que esos otros nombres son los que se le atribuyen al percebe. El desenlace, a partir de tan feliz noticia, es más fácil. Les basta acercarse a una pescadería para pedir prestado un percebe y mostrárselo al inglés, consiguiendo con ello su objetivo: cobrar una generosa cantidad de dinero.

La moraleja que se deduce de este argumento es útil: los personajes de la novela buscaban por el planeta algo que tenían en casa. Acaso con la EURLE ocurra algo similar. A buen seguro que no ha faltado quien haya buscado su sueño universitario en lugares ajenos, distantes, quizá descartándolo por alguna imposibilidad la distancia, el trabajo, las obligaciones familiares, el costo elevado de una residencia de meses en otra población», ignorando que a poca distancia existía, y existe, una oportunidad.