Si hay en esta Comunidad una obra que un político sensato no debería pretender inaugurar jamás, esa debiera ser la línea del tranvía entre Alicante y San Vicente. El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, descubrió ayer lo que todos menos él sabían, que era una pésima idea. No pudo cumplir su ilusión de viajar entre San Vicente y Alicante como sí lo hizo en 2011 su predecesor, Francisco Camps, acompañado por las dos mismas alcaldesas, Sonia Castedo y Luisa Pastor. Camps hizo un viaje inaugural y prometió que el tranvía a la Universidad funcionaría en septiembre de ese mismo año, cosa que no ocurrió. Y ahí está el problema, que Fabra ha intentado vendernos como nuevo algo que no lo era, una línea de tranvía que el Consell ha tenido acabada y parada durante dos años y medio, pese a invertir más de 100 millones y despilfarrar en su mantenimiento 20.000 euros en cada uno de los 30 meses sin uso. Una inconsciencia, y más con el panorama de crisis, recortes y corrupción que nos azota. ¿En qué piensa Fabra?