Así comenzó el primer Consejo de Ministros que inaugura el nuevo curso político. Lo primero que aparece en el sumario de la referencia del Consejo de Ministros del pasado viernes es un acuerdo por el que se encomienda al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación la administración y explotación de la marca comunitaria denominada «Proyecto Marca España Ñ». Una de las expresiones favoritas de este (des)Gobierno que más rabia me da porque denota la supremacía de lo canónicamente entendido como lo económico, del mundo de la producción, por encima de todo lo demás ¿Qué es eso de convertir un Estado, que es una forma de organización política, en una marca comercial? El objetivo de esta marca es la promoción de la imagen exterior de España y ya me dirán para qué sirve la promoción si no es para vender o para presumir. Con las reformas llevadas a cabo por este (des)Gobierno y las que han anunciado hemos de descartar que la «Marca España» tenga por objeto el de presumir, así que el único que nos queda es el de vender ¿Y qué se vende? Pues lo que demandan quienes pueden comprar: las mejores condiciones para poder seguir aumentando su capacidad de comprar. Medidas fiscales aparte, eso pasa fundamentalmente por la obtención de mano de obra barata (o gratis, a ser posible) y fácilmente desechable y sustituible. Sobran, por tanto, derechos en el ámbito laboral y, por tanto, sobran también quienes los puedan defender. Sobran también, obviamente, derechos en el ámbito social ¿Qué falta hace sufragar la educación o la sanidad integrales? ¿Acaso la reproducción humana, que asegura la perpetuación de esa mano de obra, va a detenerse sólo por carecer de esos derechos? Y los derechos de participación política ¿no representan un peligro para el éxito de esta empresa? En definitiva, a la «Marca España» le sobra la ciudadanía, que se presenta como un incómodo lastre. Y en ello están, trabajando denodadamente para vaciarla de contenido. Y las mujeres, en esta operación, nos llevamos la peor parte. Pero eso se lo iré contando a lo largo de este largo curso político recién estrenado, que aquí no tengo ni para empezar. A estas alturas, con la eñe, lo único que me viene a la mente es expresar de forma un tanto ordinaria lo que siento ante semejantes atropellos. Por si no lo han adivinado, se lo contaré a modo del rosco del Pasapalabra: «Contiene la ´Ñ´: expresión vulgar referente a una parte de la anatomía femenina que sirve para expresar nivel de descontento y hartura respecto de alguien o algo, especialmente con la acción del Gobierno». Pues hasta ahí mismo estoy. Como ven, también comienzo con la Ñ.