La gaviota, que es carroñera y se alimenta de basura y cadáveres, es hoy el mejor emblema del PP valenciano. El comportamiento del pato cuando la bandada es atacada evoca también al de los dirigentes populares en estos tiempos de descomposición. Es escuchar un tiro de escopeta y huir todos hacia arriba para marcar distancias en un sálvese quién pueda. Atrás quedaron los años de cierre de filas, cuando en el PP todos eran estorninos y a cada ataque se respondía con un cierre de filas. Ahora, ni María Dolores de Cospedal pone la mano en el fuego por Mariano Rajoy. «Sólo por mi familia», admite la número dos del PP nacional.

Su homólogo valenciano, Serafín Castellano, fue cabecilla de la revuelta parlamentaria zaplanista contra Francisco Camps en aquel verano de 2004, luego se transmutó en campsista y hoy pertenece a la cada vez más menguada especie fabrista. Pero Castellano no tiene garantías de que la revisión que el presidente ha hecho para sí mismo sobre la doctrina de la línea roja también le sea de aplicación a él. A saber. El jefe del Consell prometió dimitir si resulta imputado, pero sólo si la imputación es tras una investigación judicial. No una mera citación a declarar con abogado.

Castellano conoce como nadie el comportamiento del pato. Los ha visto y cazado como miembro de distintas cuadrillas. Con compañeros de armas que ha conocido por el flanco de Gobernación y también por la rama sanitaria. Sólo a dos de estos compañeros Vicente Huerta, contratista de la extinción de incendios, y al constructor de cabecera José Miguel Pérez Taroncher les ha adjudicado 24,3 millones. Los devotos de esta atávica costumbre que es cazar se han dividido tradicionalmente entre los abonados a la perdiz, con una mayor exigencia física, y los enamorados del conejo, que requiere de más paciencia. Y entraña más riesgo, visto desde la óptica del perro fiel.

Castellano y José Miguel Pérez Taroncher tienen altura de miras. Por eso prefieren las piezas con alas. Pero no se han limitado a la perdiz. Ni a la escopeta. Taroncher es un amante del parany, arte tradicional de caza declarado ilegal por el TSJ valenciano en 2002 y por el Tribunal Supremo en 2005. El 3 de noviembre de 2008, la Guardia Civil de Benaguasil intervino a Taroncher aves de reclamo y material para esa caza. Ese parany está ubicado precisamente en la finca de naranjos de 27.000 metros que compraron en Llíria la esposa de Taroncher, María Ángeles González, y el matrimonio Castellano-Nuria Rioja a través de la sociedad l'Alqueria Vella por 130.392 euros.

Los dos amigos cazadores han abatido docenas de ejemplares de collverd y no precisamente en la Albufera. Las Lagunas de Ruidera o Tarragona tienen también su encanto. En sus viajes han estado acompañados por gente de empresa, vinculada al mundo de la judicatura y por cargos públicos de su confianza.

Al contrario que en La escopeta nacional, de Luis Gª Berlanga, en los cazaderos de Castellano con Taroncher o con el dueño de Avialsa no había ministro. ¿Quién ha abonado las facturas de las cacerías en las que ha participado el conseller Castellano?