El papa Francisco mantiene un mensaje diferente en su visita a Brasil? ¿Pero diferente, respecto a quién? Hacía mucho tiempo que los mensajes evangélicos no tenían un eco tan claro como el que transmite este papa. Algunas crónicas periodísticas, un tanto descolocadas e incómodas, prefieren centrar la cuestión en que los movimientos de izquierda de aquél país -y más cerca- van a aprovechar la visita papal para mostrar similitudes entre su discurso y el de ellos. Pero sería igual de lógico hacer el planteamiento al revés: a ver si resulta que lo positivo de los mensajes de izquierdas tiene sus mejores referencias en los mensajes cristianos del papa, más universal (católico) que nunca.

Seamos sinceros; el mensaje del papa es diferente a los que nos tenía acostumbrados la jerarquía católica, especialmente la española, tan endogámica como reaccionaria. Parece increíble que casi todo lo que suene a liberador pueda haber sido indigno de Cristo. De lo leído hasta ahora sobre este viaje, me quedo con unas frases que, al menos para mí, ayudan a recuperar a los católicos lo esencial del Evangelio en este mundo de hoy:

«Es cierto», ha admitido Francisco, «que hoy en día, también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Sin embargo, se pueden combatir con «una visión positiva de la realidad», ayudando a la juventud a ser protagonista de la construcción de un mundo mejor». Y el papa, lejos de utilizar la condena con ellos, ha exhortado a los adultos a ayudarles a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor y ha pedido a los católicos vivir con alegría, pues un cristiano «no puede tener el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se inflamará de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor». Menuda pedrada a nuestra actitud pesimista.

Y para lograrlo, su propuesta es acercarnos a los que sufren, ejercer la justicia centrados en una fe solidaria, entregada y basada en obras, no en teorías. La conocida fe que para ser tal necesita obras. Este mensaje nada novedoso en Jesús de Nazaret pero sí en buena parte de la Iglesia católica occidental, es una bocanada de aire fresco incluso para quienes no sienten la fe cristiana pero buscan de corazón un sentido y una alegría en sus vidas. Por sus hechos les conoceréis. Gracias, Francisco, por recordárnoslo.