Nadie cree en el príncipe azul ni en el hombre perfecto, fantasías de la felicidad sexual, conyugal o sentimental. Ahora sólo sueñan los jefes de personal o de recursos humanos con trabajadores perfectos y trabajadoras perfectas. En una página salmón dominical se abundaba en cómo hay que ser durante esta crisis para tener trabajo. La lista cabía en una sola página pero no los requisitos en una sola persona. Hace falta es un «profesional orquesta», lo que advierte que es preciso alguien que ejecute una pieza mediana pero haciendo el trabajo de todos, simultaneando instrumentos de viento, cuerda y percusión.

El profesional orquesta tiene que ser multitarea, o sea que no le basta con ser músico, tendrá que ser acomodador, taquillero, contable. El multiplicado estará también multiatareado. Será polivalente, es decir, que deberá estar muy especializado pero ser capaz de hacer cosas muy generales: barrer cuando se va porque, aclaran, «no se le caen los anillos».

El multiplicado, multitarea, polivalente tiene que trabajar en equipo. Pero si él solo ya es una multitud hiperactiva, los demás no tendrán nada que hacer porque si los demás estuvieran allí él no tendría tanto que hacer.

No acaban aquí los requisitos: ha de estar conectado y saber anticiparse, o sea que ha de ejecutar lo que se le dice pero también crearlo, obedecer y saber mandarse, se diría.

Lo que se dice es que ha de ser «capaz de aprender y desaprender, de empezar y de terminar». No es raro que concluya que debe ser tolerante a la incertidumbre, sentirse cómodo en cualquier parte, ser curioso, optimista y autoeficaz, que debe ser algo de trabajo pero suena onanista.

Así que, de la misma manera que no hablan de dinero, estos caballeros tampoco hablarán de sexo: imagino que estará implícito que sea bisexual, promiscuo, complaciente, multiorificio y practicable. Como ya se entiende que es políglota, exígense francés y griego.