Ya estamos en pleno verano. Las vacaciones están cerca, aunque para algunos ya llegaron. En esta época es cuando el sol se acerca a nuestra piel y las miradas de ojo avizor se rinden ante los cuerpos esbeltos y bellos. Pensando en que no solo quieres ojos encima de tu cuerpo sino un cuerpo diez como el del famoso de turno que se pasa el día rindiendo culto a su cuerpo para la foto del Hola.

Las vacaciones y los días de calor nos llevan a preocuparnos por nuestro body y por mil cosas más. Tenemos que mostrar las prendas sin mangas, los escotes y los modelitos de tirantes. Si el propósito es conseguir unos brazos firmes, para ello una de tips marchando. Que queremos moldear nuestro cuerpo, of course, en la playa sobre la arena y con sabor a brisa marina, marchando una de trekking. Para quienes no saben bien de qué se trata o ya lo conocen pero que no se han animado es un tipo de ejercicios para hacer en la playa dicen que beneficioso para la salud.

La playa es un magnífico lugar para hacer ejercicio, un escenario inigualable y considerada como el gimnasio ideal dotado de agua, aire puro, sol arena y una vista relajante para una sesión de entrenamiento y ejercicios. La época de verano nos invita a descubrir nuestro cuerpo. La playa es el lugar donde el sol tinta nuestras pieles de un bello color y nos hace sentir la crem de la crem cuando alcanzamos un tono bronceado y hemos perdido el blanco de Ariel.

Los paseos por la orilla, los momentos que estamos en nuestras playas nos ayudan a desconectar, relajarnos y olvidarnos de preocupaciones, problemas, crisis, o dramáticas noticias que estremecen a todos como las habidas esta semana anterior. Alicante cuenta con una importante fuente de ingresos económicos, ingresos de turismo que generan quienes nos visitan, disfrutan de los chiringuitos, hoteles, restaurantes, apartamentos, y todo lo que circula en torno a la arena y las olas de nuestro litoral.

Disfrutar del sol Mediterráneo, las playas alicantinas es un privilegio tanto económico como paraje natural y algo que debemos cuidar y mimar tanto instituciones públicas como privadas y por que no también los ciudadanos.

Cuando pienso en todo lo anterior, se me cae el alma a los pies ante situaciones que me hacen reflexionar. Me explico.

Admiración por la limpieza y la calidad de nuestras playas en todo el litoral alicantino es algo que ante todo debo reconocer. Pero hay otras cosas que deberíamos mejorar.

Si me siento en un chiringuito de los de moda a pie de orilla en cualquier playa para tomar un refresco, me cobran tres veces más de lo que vale una limonada en la acera de enfrente pasada la arena. Pasear por la playa de San Juan, por citar alguna, y pretender quitarte la arena de los pies a las ocho de la tarde en las duchas o grifos públicos puede resultar una misión imposible. No sé si es por la obsesión de ahorro ante la crisis, lo cierto es que poner los pies debajo del ancho grifo que promete un chorro de agua a presión de los que te van a reblandecer hasta los callos de los pies, nada más pulsar el botón dispersador de agua automático, te llevas el chasco más grande que te puedas imaginar. El prometido chorro que creía lo más parecido a las cataratas del Niágara, de pronto se convierte en la fluidez del tamaño de un hilo de coser que no da ni para limpiarle los mocos al niño que mira atento a tu lado y empuja para ser el primero. Caramba cómo lo entiendo ahora. No crean que la cosa queda aquí. Pasados cinco segundos te quedas sin agua porque ya la han cortado. Enfúndate de nuevo las chanclas y a marcar el ritmo del chancleteo con paso rasposo que es lo que toca.

Me viene al recuerdo una amiga que estando en Tabarca, lo paso muy mal. Sofocada me contaba que estando en la isla, le había dado un apretón de esos que hacen ir al baño de urgencia. De todos son conocidos los baños públicos que están en una edificación junto a la la playa principal. Pues bien, había una señora limpiando, y no la dejó pasar porque decía que estaban cerrados y a tal hora en punto se acababa el festín. Curiosamente pasaba un minuto de la hora, y ante la urgencia, insistió suplicándole que la dejara entrar a los baños que no había limpiado. Pero no pudo ser por mas ruegos y súplicas ni pidiéndolo por caridad. La señora encargada tenía muy claro que a partir de cierta hora había que buscarse la vida que a ella no le pagaban por caridad ni por minuto pasado de su jornada laboral. Sirva de ejemplo esta historia y de lo poco que cuesta mimar a un cliente, visitante, turista, ciudadano o consumidor. Nuestras playas necesitan estar dotadas de servicios sin restricciones que son necesarios para mimarlas como fuente de ingresos que son. Gestiones desastrosas como las expuestas matan a la gallina de oro.