Hace ya casi 10 años que oí un comentario acerca de las medidas de seguridad en los trenes y sus parámetros a la hora de garantizarla; decía que no se buscaba la seguridad total, el riesgo cero, sino que era «asumible» un índice de accidentes por debajo del que se producía en carreteras. Me pareció un postulado muy dentro de las teorías de la conspiración que circulan en todas direcciones. Sin embargo, no pude evitar recordar la conversación cuando hace ahora siete años, ocurrió el accidente del metro de la línea uno, en la que una y otra vez se ha cuestionado el cumplimiento de las medidas de seguridad. Y es claro que, hayan asumido o no el riesgo de un accidente, no les faltaron los reflejos, a la vista de lo manifestado en el programa de Salvados, para ocultar pruebas y hacer recaer toda la responsabilidad en una sola persona: el conductor del tren.

Las imágenes de los familiares, en su rotunda y digna coherencia, a lo largo de estos siete años me han merecido todo el respeto, y a la vez me han generado una pregunta: ¿Cómo podrá la familia del conductor sobrellevar el dolor de su pérdida junto con el peso de la culpa que media sociedad valenciana descargaba sobre sus hombros?

Desde hace dos meses parece que la historia se va revisando y supongo que la familia, al menos podrá guardar su memoria con menos dolor, todo mi apoyo para ellos. Y ayer, como en un «déjà vu» ante el horror de la tragedia, estamos asistiendo a la acusación permanente del conductor, nadie parece cuestionar cómo es posible que se hayan saltado todas las medidas de seguridad, o si debían existir y no existían, o si existiendo no estaban bien, los mass media, de forma más o menos sutil, señalan un solo culpable.

Sin saber qué ocurrió en la cabina, es evidente que la tecnología disponible es suficiente para evitar cualquier error humano, y por tanto nunca puede hacerse recaer la responsabilidad en la persona que en segundos ha de tomar decisiones vitales, sino en quien no ha puesto los medios previamente.

Los accidentes no se evitan durante el trayecto, sino en los despachos, en los diseños de los recorridos, en la toma de decisión de las medidas de seguridad, en el mantenimiento día a día de las instalaciones.

CGT, en solidaridad con las víctimas, ha suspendido las huelgas previstas los días 31 de julio y 14 y 30 de agosto. Uno de los motivos de los paros era reivindicar un ferrocarril seguro y que dé servicio a toda la ciudadanía y no solo a quien pueda permitirse el lujo de la alta velocidad. Animo a la sociedad a que se sume a las reivindicaciones y exija responsabilidades a quien en su día no tomó las medidas que hubieran hecho imposible otro desastre, y deje en paz a quien no es sino otra víctima del accidente y de las políticas neoliberales que lo han permitido.