Reconozco que estoy cansada. Tanto como la mayor parte de la ciudadanía, vapuleada día sí y día también por decisiones políticas que se toman por el interés de unos pocos. Cansada de sobresaltarme con tanto atropello e injusticia cada vez que leo la prensa. Cansada de amargarme cada día con la lectura del BOE. Cansada de participar en manifestaciones y concentraciones para protestar por los continuos ataques que se le infligen a nuestro cada vez más maltrecho Estado Social y Democrático de Derecho. Cansada de firmar peticiones masivas que sus destinatarios se pasan por el forro. Cansada de vivir entre la indignación y el abatimiento. Muy cansada, como muchas y muchos de ustedes.

Pero permítanme que añada un plus de cansancio, que no es otro que el que se suma por la condición de feminista. Porque la realidad se contempla también desde otros ángulos y se ven aspectos que para quienes no lo son pasan desapercibidos o, por lo menos, no son dignos de gran interés. Pero quienes lo son y como tales actúan lo saben bien, porque supone nadar contra la corriente y seguro que acusan idéntico cansancio. Cansancio por el penoso tratamiento mediático de la violencia machista y por la indolencia de la mayoría ante esta pandemia.

Cansancio ante cada ataque de este (des)Gobierno a los derechos de las mujeres. Cansancio por la tremenda reacción patriarcal que estamos sufriendo pero cuyas manifestaciones son, al parecer de mucha gente, asuntos menores. Cansancio de movilizaciones con escasa repercusión y afluencia de gente cuando se trata de reivindicar derechos de las mujeres. Cansancio de pelear por algo tan obvio como reclamar justicia para la mitad de la humanidad y que no lo entiendan ni desde la derecha ni desde la izquierda. Cansancio de no ser nombradas. Cansancio de constatar que se sigue equiparando machismo con feminismo. Cansancio por tener que explicar que no es lo mismo una y otra vez y otra y otra y así siempre. Que parece que vivamos en el día de la marmota. Pero guarda las formas, no te enfades ni envíes a tomar viento fresco a cada presunto bienintencionado (pero voluntariamente ignorante, porque bibliografía hay y no poca) que, por enésima vez, insiste en que le expliques qué es el feminismo o porqué la violencia de género no puede ser la infligida por una mujer a un hombre ¡Qué cansancio!

Ser feminista es agotador, pero, paradójicamente, es la única forma de vencer todo ese cansancio. Así que cansada, pero no vencida, cuelgo de esta ventana el «cerrado por vacaciones» y, aunque no dejaré de nadar contracorriente, sí me voy a permitir mecerme con las olas del mar sin cansarles a ustedes cada domingo. Hasta septiembre.