Centro espiritual del catolicismo brasileño, Nuestra Señora Aparecida (estado de São Paulo), fue en 2007 sede de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Las cuatro conferencias anteriores habían sido Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979), y Santo Domingo (1992).

Medellín y Puebla son nombres ya míticos en la historia de la Iglesia contemporánea por su firme definición, en la senda del Concilio Vaticano II, de la «opción preferencial por los pobres», posición que sería refrendada por la sangre de numerosos católicos. En efecto, Medellín y Puebla flanquean la ominosa década de las dictaduras militares latinoamericanas que bajo la ideología de la «Seguridad nacional» violaron sin descanso los derechos humanos. Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos cayeron junto a su pueblo y han continuado cayendo en décadas sucesivas.

Mientras, Roma sometió a severo escrutinio la matriz de dicha opción preferencial, la Teología de la Liberación, y halló en ella no más de dos puntos que juzgaba peligrosos: la utilización del análisis marxista y la existencia de comunidades de base -la Iglesia Popular-, que tal vez no eran demasiado dependientes de obispos que desconocían la periferia de sus diócesis.

El concepto de Nueva Evangelización, labrado bajo el Pontificado de Juan Pablo II, fue llamado a sustituir las veleidades liberacionistas y tal fue la tarea de la conferencia de Santo Domingo, en 1992.

Desarticular la Iglesia Popular y dedicar décadas a amansar una teología tan propiamente bíblica como la de la liberación le supondría a la Iglesia pagar un alto precio y presenciar con preocupación el avance en su propio terreno de las iglesias evangélicas y pentecostales.

Pero, de modo sorprendente, Aparecida 2007, que fue tutelada directamente por el entonces cardenal Bergoglio, iba a rectificar con la debida elegancia ciertos errores del pasado. Su insistencia en «la creación de pequeñas comunidades eclesiales» es manifiesta. Comunidades «fraternas donde escuchar la palabra de Dios y crear apóstoles para llegar a los alejados, a los indiferentes y a los que alimentan descontento o resentimientos frente a la Iglesia» (en buena parte se trata del esquema de las comunidades pentecostales). En Virgen Aparecida hubo una Iglesia rectificada.