Si analizamos la evolución de muchos pintores fundamentales de la historia del arte, encontraremos que progresivamente sus obras alcanzaban mayores cotas de simplicidad. Velázquez se vuelve más esquemático y abocetado. Con el paso de los años, a Goya le va preocupando menos el perfeccionismo formal, y Pablo Picasso persigue formas cada vez más intelectualizadas y simples. Abundando en este concepto podemos referirnos a La navaja de Ockham, principio metodológico que sostiene que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta. Dicha regla se aplica actualmente en campos como la informática, la estadística o la economía. Incluso Copérnico la empleó para defender su teoría heliocéntrica, frente a quienes sostenían (y demostraban con interminables ecuaciones) que era el sol el que giraba alrededor de la tierra. Por contra, la ecuación de Copérnico era mucho más simple.

Sin embargo, en nuestro día a día, es posible que nos encontremos con una complejidad alarmante, para empezar en los horarios. El número de tareas que pretendemos realizar es cada vez mayor. Y, cuando pretendemos buscar soluciones a nuestro estrés, podemos llegar a pasar por alternativas que impliquen añadir otra actividad más aún. Nuestros recursos atencionales son limitados, como es limitada nuestra capacidad para resolver problemas, para realizar actividades, etc. Sin embargo, a veces, nos cuesta aceptarlo. Complicarse con múltiples objetivos puede ser también un modo de justificar la pasividad. Tardes enteras en el sofá pensando todas las cosas que debería de hacer, y debatiéndome por cuál comenzar. Conflictos que evito con personas cercanas y opiniones que callo para evitar la angustia o el esfuerzo de un debate en pro de soluciones. Cuando la consecuencia final de esta evitación acaba siendo la perpetuación de los problemas, y tal vez, la generación de problemas nuevos.

Tomar el camino más corto generalmente significa no esperar a que sea el otro el que cambie, sino cambiar uno mismo. Eliminar lo superfluo, quedarnos con lo que realmente necesitamos. ¿De qué lastre podemos desprendernos? La complicación puede suponer también el hecho de perder la limpieza en nuestra mirada. Es decir, puede ser que cuando veamos a alguien hacer o decir algo, extraigamos conclusiones en base a nuestra experiencia pasada. Desde el miedo podemos interpretar erróneamente el sentido de las acciones del otro, sólo por el hecho de que nos recuerda a algo doloroso de nuestro pasado. De esta forma, hechos innocuos pueden dolernos. La mejor forma de ver lo que hay, es simplificar, limpiar nuestra mirada, atendiendo al presente, a lo que realmente encontramos en él.