G ürtel, Bárcenas y PP forman una trenza en la que no hay ya forma de distinguir sus ramales. Aunque sigas la pista de uno de ellos desde el principio, llega un punto en el que te has pasado sin darte cuenta al otro o los otros. De ahí las piezas separadas que la justicia va elaborando con paciencia infinita. Si no comienza uno a discriminar, se convierte todo en una nebulosa en la que Trillo aparece con el rostro de Cascos y Cascos con el de Correa y Correa con el de CospedalÉ Parece mentira que pudiera haber, entre los encargados de que la ley se cumpliera, tanto desorden indudable, tanta (presunta) corrupción, tanta delincuencia latente. No da uno crédito a estas cantidades industriales, con perdón de la industria, de dinero negro.

No daba uno crédito entonces, cuando Filesa, el Gal y todo aquello, y no da crédito ahora. El poder gira su rostro hacia el mal como el girasol hacia la luz. Un tropismo. Hay tropismos graves y tropismos leves y tropismos prescritos y tropismos que de repente se archivan porque sí. Hay tropismos y contratropismos. ¿Cómo es posible que Hacienda, que en nuestras declaraciones contabiliza hasta los céntimos, le devolviera dinero a Bárcenas en los mismos ejercicios en los que se hacía multimillonario? He ahí un contratropismo, un apartar la vista de la luz. ¿Cómo podemos escuchar, sin abrirnos las venas, que a Trillo, por poner otro ejemplo, se le diera un sobresueldo cuando ascendió a ministro para "compensar" las pérdidas económicas que ese nombramiento le suponían. Las "compensaciones", que estaban a la orden del día, eran contratropismos también porque se entregaban en sobres marrones, por debajo de la mesa, y en billetes de 500 euros, los billetes de la mafia, del tráfico de drogas, de la prostitución.

Y estamos, dicen, en el primer capítulo, casi en la primera hoja de la novela, una novela con tantas notas de letra pequeña a pie de página que le lloran a uno los ojos. Le lloran por el esfuerzo a que le obliga la letra pequeña, pero por la pena de que todo esto no tenga arreglo. Estamos pensando también en lo de Andalucía, claro, donde el consejero de Hacienda perdía dinero a chorros, como un motor que pierde aceite, sin que escuchara ningún ruido. Dennos ustedes un descanso, un tiempo muerto, un respiro. A ver.