En el transcurso de un acto, con posado incluido, el portero suplente del Bayern se volvió y le arreó un sopapo a Guardiola. Por mucho que cueste creerlo fue sin querer. El verdadero golpetazo se lo propinó a sí mismo Pep el día que demostró palpablemente que un año en Manhattan no le ha servido para desconectar y dejó caer sobre su amigo la responsabilidad de haberse visto lo imprescindible en la Gran Manzana.

La dura realidad de Tito ha dejado retratado a Pep para un largo periodo y ha mandado a freír espárragos al dalai que, por lo transmitido, parecía llevar dentro. Por unas cosas y otras, el espejo del mejor Barça de la historia en el que se han mirado propios y extraños ha terminado estampado en el suelo y el club se ve impelido a recomponerlo en una tesitura repleta de incógnitas.

Ya gravitaba sobre la mesa que afrontar el encaje de dos gallos de consideración en el corral podía tener su aquel, pero hacerlo en estas condiciones añade un grado de extrema complejidad a la tarea. Encima Rosell&Zubi no se caracteriza por ser el dúo más osado del planeta ni unos comunicadores del copón que, con la decisión que tomen, vayan a dejar al auditorio con la boca abierta, sino que la apuesta hará correr ríos de tinta con la temporada encima.

Los milagros no existen y la prueba está en que Florentino se trajo a quien se trajo para conseguir la voladura del modelo de la competencia y ha estado en un tris de que salten por los aires Móstoles y otras tantas empanadillas. La empanada blaugrana a fin de garantizar dentro de un orden que la senda de los éxitos y del buen gusto por el juego se mantenga, tampoco es moco de pavo.

En estas horas se está hablando de repescar a Luis Enrique. También figuran sobre el tapete otro portugués, el del Tottenham, Laudrup, el Loco Bielsa, el ex del Girona, que está en la casa y uno del pueblo de Messi. Y, sin embargo, de los que mejor podría llevar a ese grupo es Del Bosque. A Neymar y al otro no sé cómo les sentaría, pero a Florentino le entraría desde luego la risa tonta.