El TC ha aportado esta semana una nueva piedra, y de tamaño considerable, al proceso de autolapidación y autoinhumación de las instituciones políticas españolas. Autolapidación: actividad consistente en apedrearse uno mismo. Autoinhumación: práctica de sepultarse o enterrarse a sí mismo; en este caso, bajo las piedras usadas en la autolapidación.

Esta dinámica lenta y dolorosa de suicidio institucional hace tiempo que está en marcha, y el espanto se percibe de lejos, pero no disuade a sus protagonistas. Los escándalos de corrupción son una parte importante, pero lo que realmente pesa y aplasta, las verdaderas losas, son las reacciones de indiferencia, complacencia, negación o incluso cinismo con que se reciben las revelaciones, las denuncias y los actos judiciales.

Los dirigentes que deberían estar avergonzados sacan pecho. Aquellos que no pueden disimular el pringue de sus manos, gesticulan para salpicar en todas direcciones. La culpa del otro se presenta como demostración de la propia inocencia. Se utilizan varas de medir distintas para exigir a los demás y a uno mismo. La flagrancia se desprecia con el argumento de los votos. Y en último extremo, aquel que acapara mucho poder se hace la víctima cuando se le reprocha que quiera más todavía. La moralidad es para los demás, ellos se conforman con la legalidad. Y están dispuestos a discutir hasta la extenuación que la ley dice lo que ellos entienden.

Ante una pantomima de tales características, el ciudadano se siente profundamente asqueado, por mucho que los comediantes recojan el aplauso de sus incondicionales, incitados por unas claques bien engrasadas por los verdaderos protagonistas en la sombra: los grandes intereses económicos que apadrinan ahora a estos, ahora a aquellos. En este contexto más bien repulsivo se inscribe el episodio de la militancia popular del presidente del Constitucional, el cierre de filas del propio tribunal en torno suyo, y la frase de González Pons según la cual pronto se penalizará haber votado al PP.

Al Constitucional no parece que le importe la poca credibilidad que va a tener a partir de ahora, para dirimir conflictos en los que el PP sea parte, y como el PP es o gobierno (mucho) o oposición, será parte muchas veces. Pero no pasa nada: después de todo, es eso o Rubalcaba. Qué gran excusa.