Me gusta la Fiesta, nuestra fiesta de la Reconquista y me gusta toda ella. En todos sus momentos. Desde los más estrictamente culturales hasta los más alegremente festeros. Es toda una pasión que se vive desde el mismo instante en que te identificas con ella y, sobre todo, cuando empiezas a comprender su verdadero significado, aquello que une y aprieta a nuestro pueblo, en cualquiera de sus condiciones sociales, económicas y culturales. En la Fiesta todos somos iguales, todos de la misma condición: festeros.

Hace ya muchos años, casi treinta y ocho, un pequeño grupo de oriolanos recuperó para gloria de nuestro pueblo, aquella vieja y antigua tradición, perdida en la noche de los tiempos, de representar la gran batalla, la lucha o quizဠel momento que fuera y que dio origen a la Reconquista de nuestra ciudad. Son en realidad pocos años, pero suficientes como para haber demostrado una grandiosidad y una magnificencia que nos coloca en las primeras posiciones de todo el mundo festero.

Curiosamente, tenemos algo que enarbolamos con orgullo y que podemos decir que ocupa el segundo lugar dentro de la Comunidad Valenciana: La Señera, nuestra señera, El Oriol, o como cariñosa y familiarmente le llamamos: «El Pájaro Oriol».

El día 17 de julio de cada año y desde hace ya casi ocho siglos (ahí es «ná») el Pájaro se pasea por toda la ciudad mostrándose al pueblo, su pueblo y cuando sale al balcón del Consistorio oriolano, sus gentes, sus hijos lloramos de emoción y reventamos el pecho con la alegría de poder verlo de nuevo, como cada año.

Un «¡Viva Orihuela!» se rompe en nuestras gargantas y ese nudo que aprieta, tanto y tanto, termina por distenderse en una alegría inconmensurable que llena de orgullo de raza, de orgullo oriolano, lo más grande y hermoso que se puede ser, para quienes hemos tenido la gracia de nacer en esta bendita tierra. Es entonces cuando nos sentimos plenos, llenos de nuestro pasado histórico y damos las gracias a nuestros predecesores que nos transmitieron la historia cuando éramos niños, aquella bonita historia de cuna o de brasero en las noches de invierno: ¡Quien va!.. ¡La Armengola y sus dos hijas!... y el Pájaro Oriol, glorioso y triunfante, campea por nuestra tierra entregándose a sus hijos, los oriolanos€ todos los oriolanos sin distingos.

Su historia es hermosa y de ella debemos enorgullecernos, como debemos respetar sus tradiciones, aquellas viejas tradiciones que hemos conservado hasta nuestros días.

Por eso no entiendo, no comparto, no admito si quieren mis paisanos, que el día grande del Pájaro, se mancille su imagen y donde tiene que manifestarse la alegría sana y el fervor de los oriolanos, se sustituya por la algarabía descontrolada del alcohol y la chanza del agua vertida desde los balcones y a veces, hasta la expresión más caricaturesca de algunos graciosos salidos de turno y supongo que trasladados de sus casillas.

El Día del Pájaro es el día grande de la Fiesta, donde se ha de volcar todo el fervor, la admiración y el amor de nuestro pueblo hacia su emblema, que, al fin y a la postre, es el emblema de todos, el que nos representa a todos. No caben aquí, ni los vapores de la inconsciencia ni las caricaturas de aquellos que se empeñan en hacer su propia chanza. Simplemente, quien no sienta esto, que no venga, porque€ ir para nada, mejor no ir.