Alfredo Pérez Rubalcaba ha anunciado la ruptura de relaciones con el PP y en la calle Génova les ha cogido el tembleque. Pero no de miedo, sino de la risa. Además, el PSOE vuelve a pedir la dimisión de Mariano Rajoy. Le van a hacer el mismo caso que hace cinco meses. No es la indignación socialista lo que asusta a la dirección popular, sino las cuñas de la propia madera. Eso sí: Rubalcaba ha conseguido ser portada en casi todos los periódicos madrileños de lunes. Incluso en La Razón, aunque sea junto a un titular negativo.

El PSOE ha conseguido asociar su cara más pública con la exigencia de responsabilidades a Rajoy por todo el lio de Bárcenas y lo que cuelgue y se deduzca. Ello supone una cierta defensa de su papel como jefe de la oposición, que parecía haber cedido a Esperanza Aguirre. Toca espabilar: las narices de la política española detectan aroma de cadáver en las cercanías de la Moncloa, y se aprestan a ganar posiciones para el banquete, como las aves carroñeras que van creciendo en número a medida que el guepardo destripa al ñu en los documentales del Serengueti. Pero las apariencias engañan, y como en el título de la película, este muerto puede estar muy vivo. O quizás ocurra que todos están muertos y la metáfora audiovisual correcta sea The Walking Dead, los muertos andantes. El aroma a cadáver puede estar saliendo también de la calle Ferraz. ¿Por qué Rubalcaba no presenta decididamente una moción de censura? Porque Alfonso Alonso tiene razón cuando le replica que no tiene ni candidato, ni alternativa, ni votos.

La moción de censura, en el ordenamiento español, exige presentar un candidato alternativo y someterlo al examen del Congreso. A Rubalcaba le harían picadillo. Para Rajoy sería un alivio, ni que fuera momentáneo. La moción de censura que presentó Felipe González en mayo de 1980 provocó un cierre provisional de filas de la ya quebrada UCD en torno a su presidente, Adolfo Suárez. Y eso que González, joven y todavía limpio de pecado, estaba en condiciones de brillar en la tribuna, lo que no puede decirse de Rubalcaba. A Suárez lo echaron los suyos. ¿Y a Rajoy?