Doce años y 4.000 millones de euros después, Alicante se incorpora a la red de territorios conectados por la Alta Velocidad ferroviaria. Su Alteza el Príncipe Felipe y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, inaugurarán hoy una línea que nace con el reto de convertirse, al igual que durante décadas lo fue la de ancho convencional, en una de las más rentables de España, pero también con el de suponer un elemento dinamizador de la economía de la que, siendo la cuarta provincia de España y la primera en PIB y población de las que no son capital autonómica, sufre con especial crudeza los efectos de la crisis.

No ha sido fácil llegar hasta aquí. El AVE a la Comunidad Valenciana se programó en 1999, pero no fue hasta 2001, en la llamada cumbre de Murcia, cuando se incluyó en el proyecto a Alicante, merced al acuerdo alcanzado por el socialista José Bono, entonces presidente de Castilla-La Mancha, el ministro Álvarez Cascos, titular de Fomento en el segundo gobierno de José María Aznar, el presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, y el entonces jefe del Consell, el popular Eduardo Zaplana, que transigió con la curva que supone llegar de Madrid a Alicante pasando por Cuenca, a cambio de que la provincia tuviera una línea propia de AVE y de que se contemplara su conexión futura al Corredor Mediterráneo, algo que ahora la Comisión Europea acaba de aprobar. Durante estos doce años, han sido muchos los obstáculos que la obra ha tenido que superar, sobre todo en su última fase, en la que los recortes presupuestarios debidos a la crisis llegaron a paralizarla y a poner en serio peligro su continuidad. Hay que reconocer, pues, que si fue el gobierno de José María Aznar quien dio vía libre al proyecto, han sido luego los de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy los que, a pesar de la recesión, han acabado por ejecutarlo.

No todo el mundo está satisfecho, ni con la conexión en sí misma, por lo que supone de eliminación de otras líneas que prestaban un indudable servicio público, ni con las soluciones dadas a su llegada a la provincia, sobre todo por la utilización de la vieja Estación de Madrid, en el centro de Alicante, en lugar de ubicar la terminal en otro punto más accesible para el resto de la provincia. Todas esas críticas no sólo son legítimas, sino que además son muy razonables. Pero más allá de ellas, hay que subrayar una constante histórica: las grandes infraestructuras, y el AVE lo es, han ocupado siempre un lugar central en el desarrollo económico de la provincia. Motor del mismo fue durante siglos el Puerto. La conexión ferroviaria entre Madrid y Alicante que a mediados del siglo XIX inauguró la reina Isabel II supuso, entre otras cosas, que Alicante se convirtiera en el primer destino de las clases medias de la capital del Estado y, por tanto, que empezara a desarrollarse de forma lenta pero sostenida la industria turística. El aeropuerto consolidó definitivamente a ésta, a partir de los años 60 del siglo pasado, como nuestra principal fuente de riqueza, haciendo del Turismo un sector exportador que ingresaba, gracias a los vuelos chárter de El Altet, divisas que fueron fundamentales para situar a Alicante en una posición de preeminencia. El AVE, ahora, puede espolear de nuevo nuestra economía en una triple dirección: mediante la recuperación de los llamados viajes de negocios, perdidos en buena medida por culpa de unas conexiones con la capital de España que han llegado a ser prohibitivas por la falta de frecuencias y el elevado precio de los billetes de avión y por el deterioro de la autovía; como instrumento para intensificar el turismo residencial, tan importante durante los años en que Alicante fue "la playa de Madrid"; y, por último, para revitalizar el de fin de semana, cuyos dividendos son hoy, tanto para nuestros hoteles como para nuestros restaurantes y comercios, indispensables para apuntalar la salida de la crisis.

Pero una infraestructura, lo mismo da que sea un aeropuerto como una línea de Alta Velocidad, no obra por sí misma. Es la condición necesaria, pero no suficiente. De Alicante dependerá que el AVE que hoy llega se convierta, de verdad, en un elemento generador de riqueza. Hay que mantener la presión para que el tiempo de viaje se acorte hasta situarse, como poco, en el intervalo de las dos horas. Hay que dar argumentos a Renfe, que ya está convencida de ello, para que diversifique las tarifas ajustándose a la alta demanda que puede lograrse si se sabe acompasar el deseo de quienes quieren venir con el precio a pagar por ello. Pero sobre todo es necesario trabajar unidos como provincia. Hay que preocuparse de qué puede ofrecer Alicante en su conjunto y resolver, con tanta diligencia como discreción, los desafíos que la oportunidad plantea. Toda la provincia tiene que obtener beneficio del tren que hoy por primera vez arriba, pero todos sus dirigentes deben aliarse para ello, haciendo abstracción de sus diferencias personales y de sus intereses particulares. No podemos ser, como en las últimas semanas ha parecido, el ejército de Pancho Villa. Aquí ganamos todos o perdemos todos. Sería patético que, a pesar de la dureza de esta recesión, el Gobierno de España, igual con los socialistas que con los populares al frente, haya cumplido su parte del trabajo y que nosotros, a la hora de la verdad, no fuéramos capaces de hacer el nuestro. Hoy es un día histórico. Disfrutémoslo. Pero mañana, pongámonos a la faena porque a partir de este martes todo lo que ocurra dependerá únicamente de lo que nosotros seamos capaces de hacer.