Me lo barruntaba. Tocar el tema de los apartamentos turísticos, expresar mi opinión sobre su problemática y las dificultades que conlleva su regularización normativa para ser tratados como un componente más del alojamiento y, por tanto, como parte importante, dada su magnitud, de la oferta turística, no iba a conseguir el placet unánime de todos mis lectores. Algunos -espero que tras haber leído hasta el final el susodicho artículo- me han manifestado discrepancias parciales y/o necesidad de aclaración de algunas de las teorías sobre las que sostengo mis elucubraciones; mientras que otros me adelantan por la derecha (no me refiero al término ideológico sino al lado temerario por donde no se debe adelantar) y opinan que me quedo corto, que debería haber dejado más claro que esta es una actividad imposible de normativizar. Unos y otros necesitan -y merecen- mayor claridad en mis postulados, así que voy a tratar de complementar mis razonamientos describiéndoles el siguiente escenario:

Aptur.- Sin duda la cabecera del cartel de esta difícil función. Lo que se dice constancia, a Aptur no se le puede negar. Llevan ya unos años dale que te pego y, desde luego, nadie les podrá disputar el título de adalides en la materia ya que si algo se ha avanzado se debe a su perseverancia y empeño. Hace diez años tanto la asociación como esta modalidad de alquiler pasaban desapercibidos; ahora se han ganado una presencia social, existen. Este logro no se les puede negar y ojalá, un día, todas sus inquietudes encuentren respuesta.

El contexto.- No podemos ignorar la importancia que en la evolución de cualquier situación tiene el contexto del momento, la tendencia y las coordenadas por las que discurre, las fuerzas que lo arrastran en su natural fluir. ¿Por dónde van estas circunstancias? Veamos: Imparable incremento del uso de Internet y de las redes sociales para intermediar en la reserva y contratación de todos los alojamientos, por aquello tan prestigiado del "trato directo", cuya máxima expresión se encuentra en el intercambio de viviendas (House Exchange), que consiste en algo parecido a eso de que "yo te presto la mía a cambio de la tuya". Una vuelta al trueque, vamos.

Observando el entorno podemos contemplar, además, cómo la función otrora boyante y exclusiva de las agencias de viaje, de las de la propiedad inmobiliaria y de otras organizaciones dedicadas a la intermediación se ha visto mermada irremisiblemente a pesar de sus llamadas de protección a la autoridad. Solo veo malos antecedentes por doquier. ¿Comprenden ahora por qué me embargan tantas dudas de que esta materia se resuelva con prontitud?

Conflictos vecinales.- Situación que se produce cuando en un mismo edificio existen viviendas dedicadas a ambos usos: vecinal y turístico. Seguro que se producen enfrentamientos entre los ocupantes de unos y otros dado que el comportamiento, horarios y demás sistemas de vida resultan claramente antagónicos. Las alegrías y festejos a altas horas de la madrugada que tanto divierten al que está de vacaciones (no se me hagan los estrechos, que todos hemos echado una canita al aire algún día) no suelen entusiasmar a los vecinos que tienen que trabajar al día siguiente. No sería la primera vez que se han encontrado con la desagradable sorpresa matutina de ver que la piscina se encuentra ocupada por los enseres y muebles de todo un apartamento. Pagarlo lo pagan, desde luego, pero no suele ser plato de buen gusto. Así que conflicto lo hay. Y, ¿cómo se resuelve? ¿Quién ejerce la autoridad para imponer un mínimo de equilibrio? ¿El portero?

La inspección.- Mil inspectores de Turismo aparecen un buen día de la temporada alta en un municipio para comprobar la legalidad de las decenas de miles de apartamentos turísticos que operan en él. (El primer problema sería encontrar aparcamiento, pero vamos a dar por superado este mínimo inconveniente). Localizar los apartamentos legales les va a resultar sencillo ya que todos ostentarán su distintivo oficial, pero, ¿cómo van a encontrar a los ilegales (que no exhiben distintivo oficial alguno) para emplumarlos? Ya sé, se suben al piso 19, donde se encuentra una vivienda que resulta sospechosa y llaman diciendo: "somos la inspección". Pongamos que no les abren. O que les abren y no les dejan pasar diciendo: "no tengo por qué atenderles, este no es un apartamento turístico y usted no tiene autoridad para nada". ¿Qué hace el inspector? Conflicto al canto.

Intrusismo.- Vamos a decirlo claro. Para los intermediarios legalizados (léase, asociados de Aptur): los porteros. (¡Ay!, esos demonios que alquilan un sinfín de apartamentos, me quitan los clientes y, encima, no atienden bien a los míos). Todos sabemos que a estos agentes lo que más les indigna es que, con lo que le cuesta captar la clientela por esos mundos de Dios, al año siguiente la pierde porque el portero del edificio donde se alojaron les alquila el mismo apartamento saltándoselo a él. ¿Cómo es posible? ¿Será que se lo ofrece más barato? ¿Será que se lo encuentran todos los días en la portería y les baila el agua, mientras que al agente legal ya no lo ven más durante su estancia? ¿Será que les resuelve cualquier necesidad? ¿Qué será, seráaaÉ? Yo, no lo sé. Pero parece que el perjudicado tampoco. Lo que está claro es que se agarra un cabreo que no veas. -"Es que no pagan impuestos". Acabáramos, entonces lo que se necesitan son más inspectores de Hacienda. Ay, madre, esa es otra: la fiscalidad. ¿Cuántos tipos de IVA concurren en el sector? Si se consideran arrendamientos urbanos es uno, si son turísticos es otro. Si los propietarios son extranjerosÉ Mucho va a haber que litigar. -"Que hay que legalizar todo apartamento que se alquile a los turistas" -replicarán airadamente. Bueno, vale, pero ¿y si los apartamentos comercializados por los porteros están legalizados por sus propietarios o por ellos mismos? -"Siempre será fraudulenta la comisión que se endilgan los porteros"- añadirán. ¿Y si estos liquidan sus obligaciones con Hacienda? -"Pero un portero no puede hacer eso. Son malos por naturaleza". Pues cuidado que tontos no son y puede que encuentren un sistema legal y sigan actuando.

El plato está servido. A ver quién es capaz de hincarle el diente. Mi dentadura, desde luego, no da para tanto.