Todo el mundo se fija en De Cospedal, y no digo que no tengan razón, pero yo ya no puedo con González Pons. Lleva muchas, y las últimas han sido de traca. En febrero nos salió con aquello de que "En España las instituciones funcionan y el que la hace la paga". Por supuesto, funcionan como la seda. Por eso el escándalo de la probable financiación ilegal de su partido tuvo que destaparlo un exconcejal del PP y que luego ahondaran en la investigación algunos medios, mientras que el Tribunal de Cuentas, la Fiscalía Anticorrupción y la Agencia Tributaria llevan todos estos años a la luna de Valencia. Y respecto a la Justicia, no hay duda de que es igual para todos, lo estamos comprobando continuamente. La Justicia es igual para todos los que tienen dinero, poder y/o contactos, y muy diferente para el resto. Que sea con la Infanta con quien la Fiscalía Anticorrupción presentara por primera vez un insólito recurso contra una imputación, es casualidad; como lo fue que a la Pantoja le pusieran la condena "justa" (¡uyyyy!) para que esta no conllevara pena de prisión; o que anularan la prueba de alcoholemia de Ortega Cano; o que el porcentaje de políticos condenados por sus fechorías sea vergonzosamente marginal. Eso por no hablar de los indultos, de cuya inmensa mayoría no nos enteramos, que el Ejecutivo, saltándose al Judicial, aplica arbitrariamente a los vips sin verse obligado siquiera a justificarlos, amparándose para ello en una ley del siglo XIX.

Pero el domingo Pons se superó: "En la medida en que estén [los jóvenes] en la Unión Europea, están en casa". Buff. Ya me cuesta admitir que intenten vendernos argumentos como que el desmantelamiento de los derechos sociales no es ideológico sino impuesto por las circunstancias, pero esto, además de una falta de respeto para los que se ven forzados a emigrar es tomarnos por tontos otra vez. Y más sabiendo que estamos obligando a marcharse a lo mejor de este país, a los que cuentan con conocimientos que aplican en sus trabajos, mientras aquí se queda gente como sus señorías y aquellos cuya única "actividad profesional" ha consistido en comprar una casa para venderla después más cara. Entretanto, jóvenes como Nuria Martí (miembro del equipo estadounidense pionero en la investigación con células madre) o Diego Martínez (nombrado mejor físico joven de Europa por la Sociedad Europea de Física) se han tenido que ir. González Pons diría que Diego no tiene de qué quejarse, ¡si está en Holanda, la Unión Europea! Pues vamos a hacer una cosa, señor Pons: ¿por qué no se va usted a trabajar a Letonia? Estaría en su casa. Además, se merece el premio del teletrabajo, su valía política ha quedado más que demostrada: emulando las declaraciones efectuadas por su jefe el día que se hizo la foto en la cola del INEM (eso fue cuando estaba en la oposición, ahora huye de esas colas), usted aseguró que aspiraban a crear 3 millones y medio de puestos de trabajo, afirmando que "el resto de temas son todos secundarios". Cuando llegaron al poder había unos 4 millones y medio de parados. Por el momento esa cifra no sólo no ha bajado sino que ronda los 4.900.000, así que se equivocó en "apenas" 4 millones de personas. Y eso que estamos en mayo (venimos del récord histórico de 6.200.000 parados del primer trimestre de 2013), y sabemos que de mayo a agosto siempre hay una sima en la gráfica del desempleo; en 2011, año de elecciones generales, el paro de mayo a noviembre se incrementó en 700.000 parados. Ah, que Pons dijo que dejarían el paro en un millón de desempleados "en esta legislatura"; entonces lo retiro, en lo que queda colocamos a toda esa gente, "no le quepa a usted ninguna duda".

Aunque bien pensado, lo malo de darle el teletrabajo en Letonia sería el tema de las dietas. Si ya, a pesar de disponer de residencia en Madrid algunos y viviendo directamente allí otros, muchos diputados, ministros e incluso el presidente del Gobierno tienen la poca vergüenza de cobrar dietas de "alojamiento", como denunció Democracia Real Ya (41 políticos del PP, 20 del PSOE, uno de CIU y otro de Coalición Canaria), lo que nos cuesta unos 800.000 euros anuales, no quiero ni pensar lo que nos supondría pagarle a Pons que trabajara desde Letonia, especialmente si la idea se extiende. Seguramente nos veríamos abocados a vender empresas públicas tan rentables como Telefónica, Endesa, IberiaÉ para poder pagar a "sus señorías". Ah, que eso ya lo hizo AznarÉ Bueno, aparte de la sanidad y la educación, nos quedan Renfe y Correos. Nuestros políticos se lo merecen todo.