Como ya sabrán, el anteproyecto de reforma del Código Penal diseñado por el misógino ministro de (In)Justicia elimina el concepto de violencia de género. En esta semana trágica en la que los asesinatos machistas no han dado tregua, la gravedad de borrar este concepto cobra, aún, mayor intensidad. Trataré de explicarme.

En el curso de la primera mitad del s. XX, las mujeres, recluidas en el ámbito privado, accedimos al ámbito público tal y como había sido construido y definido por los hombres. Ello supuso también cambiar de una situación de sujeción jurídica a los hombres a una situación de igualdad formal mediante la extensión de las abstracciones jurídicas ya construidas por y para ellos. El resultado de esta operación es la identificación de hombres y mujeres con un modelo normativo de lo humano que en realidad supone una idealización de los estereotipos masculinos. Es decir, las mujeres pasamos de una desigualdad real a una igualdad abstracta en la que, como dice mi colega Jasone Astola "el Derecho no nos hace iguales a los hombres sino que nos hace hombres y, por lo tanto, iguales".

La consecuencia de esa concepción de lo público (excluyente de lo privado) y de esa asimilación a los hombres pronto empezó a manifestarse en las dificultades que las mujeres experimentaban en el ejercicio de sus recién adquiridos derechos, pues siendo ciudadanas en lo público se descubrían como súbditas en lo privado. De ahí que el feminismo de los años 70 sostuviese que "lo personal es político". Con este lema se reivindicaba que cuestiones tales como las relaciones afectivas y/o familiares, la crianza de los hijos o la división sexual del trabajo, identificadas como privadas o íntimas (lo doméstico, lo personal) tenían relevancia pública (política). Y en esa tarea estamos todavía.

Eso implica la redefinición del ámbito de lo público, de lo político, pero a la vez, exige correlativamente redefinir qué es lo personal, que se ha construido de forma distinta y jerarquizada para hombres y mujeres. Y para ello resulta imprescindible la teoría feminista pues ésta se configura, en palabras de Rosa Cobo, "como un marco de interpretación de la realidad que visibiliza el género como una estructura de poder". Así concebido, el género es lo que permite identificar realidades que de otra forma quedarían invisibilizadas y traducirlas a conceptos tales como los de violencia de género o feminización de la pobreza, entre otros.

Borrar el concepto de violencia de género supone volver a ocultar que muchas violencias sufridas por las mujeres son consecuencia de las asimétricas relaciones de poder entre mujeres y hombres. Como afirma Celia Amorós, "conceptualizar es politizar", así que eliminar este concepto es despolitizarlo, sacarlo de lo público y reducirlo a algo "personal".