El ministro Wert se empeña en defender unas bondades que nadie ve en su contrarreforma educativa. Perjudica a familias, estudiantes y profesorado, que la rechazan junto a movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, asociaciones, comunidades autónomas y un largo etcétera de organismos, entidades y plataformas que exigen estabilidad y consenso en torno a la que sería la séptima ley reguladora del derecho fundamental a la educación que fija la Constitución en su artículo 27.

En ningún otro país ocurre nada parecido a la confrontación lingüístico-político-religiosa permanente que se da en España a propósito de la educación para perjuicio de la misma, que es la que sufre los vaivenes políticos traducidos en permanente revisión de las leyes estatales y en boicots en los desarrollos autonómicos.

Se equivoca el ministro negando la evidencia de su fracasada, por inexistente, búsqueda de consenso. Está solo. Directamente miente cuando dice que su propuesta es "fruto del diálogo sincero con toda la comunidad educativa". Ni hay consenso ni ha habido tal diálogo, pero haremos mal todos para perjuicio de la educación y de la sociedad, si no somos capaces de asumir realidades educativas y necesidades de mejora que poco tienen que ver con ese anteproyecto de Ley que, 8 días después, ha aprobado un tozudo Consejo de Ministros ignorando la marea ciudadana en su contra y la huelga general educativa del pasado 9 de mayo.

De la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Educación) se ha dicho mucho: segregadora, antipedagógica, provocadora, elitista, sectaria, antidemocrática, recentralizadora, controvertida, clasista, anticonstitucional, privatizadora, adoctrinadora, empobrecedora, mercantilista, precarizadora, son algunos calificativos que la han definido.

De la ironía del nombre se ha dicho poco y, sin embargo, éste dice mucho. De entrada, ninguna Ley Educativa de nuestro entorno hace referencia a mejora o calidad. No es baladí. Es obsesión del ministro, igual que lo fue de su predecesora en el PP, introducir esos conceptos en el mismo nombre de su ley. Se trata de una manipulación partidista y desleal, ya que ¡desde el mismo Gobierno! se provoca y difunde la percepción catastrofista del sistema educativo público para, a continuación, justificar lo oportuno del cambio de ley que se presenta y defiende, ya desde el nombre como mejor y de más calidad que la anterior aunque, como es el caso y se demostrará, lo que sucede es justo lo contrario: la propuesta empeora la ley anterior.

Lo primero que hay que recordar al ministro es que la Ley Educativa Estatal (LEE serían siglas adecuadas) no es el origen de los déficits y problemas de la educación, que los tiene. De otra forma no se explica que distintas comunidades autónomas obtengan distintos resultados con la misma ley.

Si la ley no es el problema, menos la cuestión lingüística. Como demuestra el informe PISA, Cataluña, País Vasco y Galicia obtienen resultados mejores que la media de la OCDE en comprensión lectora, matemática y científica, y ¡están por encima! de la mayoría de territorios (el País Valencià se niega a participar en estas pruebas de evaluación, saldría muy mal parado).

Tampoco es cierto que el abandono escolar prematuro aumente. Todo lo contrario, desde 1991, el año de implantación de la escolarización obligatoria hasta los 16 años, esa tasa no ha dejado de bajar y, aunque todavía supera el 25%, se oculta que partíamos de un vergonzante 41% y de muchos otros déficits históricos.

Si esto es incuestionable, no lo es menos que Ministerio y administraciones educativas se empeñan en zarandear, desprestigiar y empobrecer al sistema educativo que ha sacado adelante la generación mejor preparada de nuestra historia. Hoy en día hemos superado a países como Alemania, Francia o Italia en tasa de titulados superiores (con mayoría de mujeres) y estamos 2,5 puntos por encima de la media europea. De hecho, el remake del Vente a Alemania, Pepe en este siglo XXI tiene nombre propio y es tan vergonzante como aquel: ahora se conoce como "fuga de cerebros". No es una película.

Con todo, sólo podemos concluir que es indigno relacionar "calidad", con reválidas, repeticiones de curso, pérdida de refuerzo educativo y atención individualizada, educación infantil asistencial, religión, negación de la diversidad y la integración, segregación temprana de alumnado, itinerarios estancos, FP devaluada, renuncia a la educación obligatoria e igualitaria hasta los 16, pérdida de gratuidad y universalidad, etcètera, que son los verdaderos planteamientos que encierra una ley que da un salto de 40 añosÉ ¡hacia atrás!

No deberíamos permitir al ministro que nos hable de "mejora" al mismo tiempo que se despiden más de 60.000 docentes, se masifican las aulas, se retiran y reducen las becas y ayudas, se cierran aulas y centros, se elimina transporte y comedor, se crean y aumentan tasas, se elimina la formación permanente del profesorado, se deterioran dotaciones e instalaciones educativas y se cuestiona la profesionalidad de quienes verdaderamente tiran del carro de la educación a pesar de sus gobernantes y lo peor, al tiempo que compromete en Bruselas ¡bajar! la inversión en al 3,9% del PIB en 2015. Nada puede mejorar desinvirtiendo en educación, nada.

La crisis es la excusa como lo viene siendo de todo, y aunque la cabeza de Wert cayera para acallar la protesta, que la habrá, no debemos olvidar que se trata de un planteamiento ideológico que será vencido o ratificado cuando verdaderamente corresponde en democracia. Es la educación de éxito, integradora y compensadora, la de todos y para todos la que está en juego.