Siglo XIII. El joven italiano Juan Bernardone opta, con tozudo interés, por lo francés. Su padre, para definir su personalidad, le cambió el nombre cristiano y le impuso el apodo Francesco. Este es el origen del Francisco de Asís. En aquella época, Francia hechiza a Europa. París: catedral de Notre Dame, Nuestra Señora, sede de la polifonía musical, emanada del respeto a la diversidad de voces que ya apunta a una forma coral democrática; la novedad merma la exclusividad al canto gregoriano, monolítico. La neonata Universidad de la Sorbona es el pluralismo de personas oriundas de diferentes naciones que se suma al inicio del receso de la cultura fraguada durante centurias por los monasterios. Las libertades municipales, que siglos más tarde se consagrarán en el poder viene del pueblo, compiten con las postrimerías del feudalismo, en retirada. La novedosa actualidad sitúa al hombre como centro de la vida: antropocentrismo.

Esta especie de primavera del pensamiento religioso, universitario y urbano, producida por las circunstancias revolucionó la presentación del mensaje cristiano y tuvo eco sobre la estructura temporal eclesiástica. Francisco de Asís imprimió un giro espectacular porque trasladó la ubicación de los centros religiosos: abandona el campo, sede tradicional de cenobios monacales, y adquiere domicilio en el interior de las ciudades. Los miembros de la Orden Franciscana usan el nombre de "fray" (hermano), y se tipifican como personas a pie de calle que vibran con el día a día.

El pintor florentino Giotto di Bondone (1276-1337) escenifica esta orientación: ciudadana, de servicio, secularizada, sencilla, ecologista -hay que "custodiar la creación" como ha dicho Bergoglio- y adaptada por Francisco de Asís a los tiempos recién brotados. Aparecen nuevos temas sobre Jesucristo (Dios-hombre): Pesebre de Belén, Presentación en el Templo, Huida a Egipto, Lavatorio de pies a los Apóstoles, Crucificados desnudos, Llanto en el Entierro de Jesús...

El cardenal argentino sucesor de Pedro ha ocultado el nombre de Jorge, y ha adoptado el de Francisco para hacer frente a los retos de 2013. Con esta síntesis de tradición-modernidad-servicio, se ha declarado seguidor del de Asís.

Como jesuita está troquelado con el molde de los ignacianos Ejercicios Espirituales que también están impregnados de esencias democráticas; esencias que igualmente tenían su correspondencia en el arte de la época: a finales del XVI y en el XVII, el barroco nos muestra el respeto al hombre y el cuidado a la naturaleza a través de sus eximios paisajistas. Están penetrados de espíritu democrático en los coloquios que trazan las reglas de hablar con Cristo como un amigo a otro, igual que en el comer, beber, vestir, trabajar, vigilar día y noche con ánimo de servicio. Los Ejercicios subliman adversas circunstancias económicas al proponer la práctica de la pobreza material, que encontramos asimismo en la actualidad.

En España, la pintura barroca, que sincroniza con la espiritualidad ignaciana, coloca a Francisco de Asís en el primer plano. Algunas referencias: Francisco Ribalta, La visión de San Francisco; Zurbarán, San Francisco; Murillo, La visión de San Francisco. En paralelo, la escultura de Pedro Mena de San Francisco que podemos admirar en la catedral de Toledo.

Para el Papa Francisco "venido del final del mundo", peregrino con zapatos negros usados, el "poder es servicio". Parece anidar dentro de él un duende; palabra que el diccionario de la Lengua Española interpreta como "encanto misterioso e inefable". El misterio de un jesuita que afronta los retos del siglo XXI con los principios franciscanos del siglo XIII.