Ninguna persona que presenciara todo o parte del juicio que durante más de un mes se siguió contra el exjefe del Consell y su entonces lugarteniente por el caso de los trajes entendió la absolución con que el jurado popular despachó el asunto como tampoco habrá comprendido ahora el fallo con el que el Supremo le ha dado carpetazo. Partiendo del respeto que, por imperativo legal, hay que profesar a todas las resoluciones judiciales, resulta complicado no poner algunas en entredicho ante un veredicto que, como ocurrió aquí, negaba la existencia de prendas que el propio Camps reconocía aunque pagadas por él, no por Gürtel. Un fallo cuya motivación "no fue arbitraria, ilógica o irrazonable", según han coincidido en afirmar cuatro de los cinco jueces del Supremo que han revisado el asunto. Ya está. Tema zanjado. En situaciones como ésta no puedo evitar acordarme del gran fiscal que fue Miguel Gutiérrez, quien me mostró la ductilidad del Derecho en toda su crudeza. Fue ante un proceso sobre el que pregunté quién llevaba la razón. "¿Quién quieres que gane?", respondió no sin dejar de explicarme que interpretaciones de las normas hay tantas como intereseses pero que con algunas perdemos todos. Empezando por la Justicia.