Colorín, colorado. El Supremo ha sentenciado que el jurado que falló en torno a las prendas aparentemente regaladas de Camps estuvo de durse. Aunque la exoneración del expresidente de la Generalitat se produjo en enero del año pasado por el margen más estrecho que se despacha, la revisión del caso ha dejado a los que interpelaron más bien planchados. Las entradas y salidas de Milano y de Forever Young de Camps y de Costa y los testimonios de un buen manojo de testigos señalando que el tal Crespo era el encargado de liquidar las cuentas han tenido un recorrido escaso. Y aquellas conversaciones telefónicas, con expresiones sonrojantes que llegaron a convertirse en banda sonora de la rechifla nacional y que en buena parte provocaron que Alberto Fabra advirtiese nada más tomar posesión que era necesario restituir la imagen de la Comunitat Valenciana, no han existido. Jurídicamente las hemos soñado. Como Bárcenas que, para Rajoy, no ha adquirido ni siquiera la consideración de espectro. El espectro es Camps. Hasta ahora, al menos. A partir de la decisión del Supremo, habrá que ver. Hace un mes, su partido rechazó en las Corts una nueva intentona para modificar el estatuto de los expresidentes y dejarlo más modosito. La propuesta pretendía acabar con prerrogativas como seguir disponiendo de coche y chófer y costeando buena parte del despacho con asesor incluido. A todo esto es a lo que se ha acogido Camps desde que adquirió el rango de ex. Para mayor abundamiento, el diputado del grupo popular que se opuso a tomar en consideración tales recortes señaló que son cuestiones que hay que abordarlas "sin precipitaciones" dado que los expresidentes "merecen un reconocimiento". No sería extraño que, en breve, Camps saque estas palabras a colación y, tras abandonar el voto de silencio en el que se sumió, exija a los suyos una restitución. Qué alegrón va a llevarse Fabra. Recuperar a un amiguito del alma no está pagado con nada.