El miércoles ví el documental "PourQuoi?", de Ouka Leele, donde la activista Caddy Adzuba, a través de la narración de la espeluznante historia de una congoleña, llama la atención sobre la violencia contra las mujeres como arma de guerra. No les cuento la historia, no dispongo de espacio suficiente para hacerlo, pero sí les diré lloré durante el visionado y hasta pasados unos minutos tras el mismo. En mi cabeza se agolpaban los pensamientos, atropellándose unos a otros: Ruth, la madre de los dos niños de Córdoba que su padre hizo desaparecer, las violaciones grupales en India, las dos asesinadas este lunes pasado en España por sus parejas, los bebés robados, los niños de Alboraya arrancados a su madre a golpe de resolución judicial para ser llevados a México con su padre, las amenazas de fanáticos religiosos a una feminista tunecina, las agresiones sexuales a periodistas en Egipto, los feminicidos de Ciudad Juárez, las desplazadas de Colombia, la petición de europarlamentarios populares para solicitar que la UE no financie "prácticas abortivas", las amenazas de Gallardón sobre futuras modificaciones legislativas que harán retroceder los derechos de las mujeres, "Eurovergas" y la prostitución, DSK y Berlusconi, la cosificación del cuerpo de las mujeres, el acoso sexualÉInacabable enumeración.

Manifestaciones todas de un sistema de opresión y dominación que a menudo, con alarmante frecuencia, se disfraza, oculta y cobija bajo otros sistemas opresores que le hurtan el protagonismo que debiera tener. Sí, hablo del sistema patriarcal. De ese sistema que históricamente ha configurado (y sigue haciéndolo) las relaciones entre hombres y mujeres jerárquicamente de tal forma que establece un genérico poder masculino sobre las mujeres. Ese sistema tan milenario como invisibilizado y, por tanto, tan difícil de detectar para erradicarlo.

Parece que sólo el poder económico se percibe como el Poder (con mayúsculas) y, por tanto, tendemos a explicar todas las injusticias y opresiones desde ese esquema. De esa forma, sólo ésas son percibidas como universales y ocupan la centralidad de los debates, de las reivindicaciones, de las movilizaciones sociales masivas, mientras las otras se despeñan por los márgenes hasta caer en el olvido. Obviamente, hay puntos de intersección entre el sistema capitalista y el sistema patriarcal. Pero ceñirse a esas intersecciones provoca que las únicas injusticias contra las mujeres que se perciben sean las derivadas de la asociación entre el patriarcado y el capitalismo. Y esta percepción suele ser distorsionada. De ahí que en el coloquio posterior al documental citado, se acabase hablando de la explotación del coltán (mineral abundante en RD del Congo para fabricar móviles) como causa del horror sufrido por las congoleñas y no del poder masculino sobre las mujeres. Surrealista. E indignante ¡Que es el patriarcado, idiotas!