Si buscamos referentes en los que apoyarnos, en Arcadi Blasco no solo debemos destacar el significado de su obra, polémico revulsivo para las conciencias de la sociedad franquista, sino su visión como artista que supo sentir la materia cerámica como apta para la expresión, transgrediendo convenciones, atavismos, jerarquías. Y esto constituye una verdadera puerta a la contemporaneidad. Arcadio Blasco ve las posibilidades del medio cerámico, pero lo hace a través de la visión del artista no del artesano, cuando en España salíamos de una posguerra miserable, y la experimentación con una mayor información en los ámbitos artesanales, como el de la cerámica, era impensable. El artesano no tenía formación académica, ni química, repetía los modelos de su padres y abuelos. Había una gran distancia con respecto al artista, dos mundos completamente separados. Pero Arcadio Blasco, al igual que su íntimo amigo, Enric Mestre, ambos investigaron este mundo sin prejuicios y utilizaron la cerámica no como soporte para el diseño de un elemento funcional sino para el arte. Gracias a estas personalidades hemos superado las barreras que solo nos encierran más y más en el miedo, es decir, en la desinformación.

Arcadio Blasco entendía la expresión artística como la expresión del individuo en sociedad y el barro se convirtió en elemento generador de arte e ideas, con las que mostrar al mundo una imagen de la represión en la que vivía la sociedad española, o esa parte que quería expresarse, vivir con plena conciencia de sus derechos y responsabilidades. La consiguiente exposición que ofreció en la galería Yolas Velasco fue clausurada por la policía al día siguiente de su inauguración. Lo que supuso una gran repercusión a nivel internacional. Una de estas obras la podemos ver en el museo de Sempere, en el MACA, una combinación entre objeto y la idea de casa, piel, cascarón, en la que están grabadas las huellas del martirio que sufre el perseguido y condenado. Más tarde vino el volumen exento, jugó con el círculo, convirtiéndolo en un sello propio, que fraccionaba e imprimía con marcas, signos, incorporaba relieves. Un icono con el que homenajeó a Sempere, a la Dama de Elche. Por lógica pasó a la obra urbana, en Alicante, Madrid y otras ciudades. Obras que todos conocemos, volviendo a esa mirada más arquitectónica con la que se inició con sus murales y vidrieras en colaboración con el arquitecto González del Amo.

Arcadio Blasco representó a España en la bienal de Venecia, y junto con Eusebio Sempere y Juana Francés, es uno de nuestros referentes, como autores que salieron de Alicante y consiguieron un reconocimiento nacional e internacional. A través de él podemos comprender un momento de nuestra historia reciente, y un momento del arte. Un museo que recoja su obra y dinamice la reflexión sobre los diferentes caminos del arte, de la escultura, a partir de la comprensión de la validez de la ruptura, de la trasgresión, de la visión creativa por encima de convenciones y academias es el verdadero legado.