No es fácil hablar de poesía. Inundados, como estamos por una sociedad que lleva tiempo premiando lo práctico y lo rentable y asumiendo y lamentándose por su decadencia. Las artes, en general; y la poesía, en particular, han ido arrinconándose, recubriéndose de una capa de extrañeza que las ha convertido en algo exótico a los ojos de las grandes masas. En este contexto, el poeta se mueve en terrenos resbaladizos: por una parte, se adentra en la zozobrante experiencia de la creación, donde es arrobado por el poder alumbrador de las palabras y arrastrado por la irresistible necesidad de imaginarse en la complejidad de los versos; por otra, en su mirada hacia fuera, hacia aquello que le rodea, no puede evitar una mueca de perplejidad y una sensación de marginalidad creciente, que no le place, pero que alimenta al cincelar un verso tras otro. En ese margen, únicamente encuentra aliento al identificarse con otros que como él han vivido esta experiencia en otras épocas, en otros lugares, ante otras páginas en blanco y a cuyo abrigo se acoge para revitalizarlos y reinventarlos. Se convierten así en los herederos de este arcano oficio, de un legado que inocula sus semillas de forma constante y serena. Ese legado no puede, en la actualidad, quedarse reducido a las páginas de un libro, sino que debe emerger de ellas y convertirse en imagen, en música, en voz, en escena y buscar en ellas a los nuevos herederos. En esa búsqueda, es donde Auralaria ha circunscrito desde siempre su labor, en sumergirse en el alma del autor, del creador para, desde ahí, inspirar al actor, al músico, al pintor, al cantante. Ahora, con el Aula de Poesía Miguel Hernández, esa tarea se redimensiona y se concreta en un espacio visible y habitable, impregnado e impelido, como no podía ser de otro modo, por el aliento del autor de "El rayo que no cesa", un hálito esencial para rastrear su legado en todos los artistas que nos rodean, para reinventarlos, revitalizarlos y dispersar también las semillas que su creación está imprimiendo hoy en aquellos que leemos, escuchamos o contemplamos sus creaciones. A estos artistas, como José Luis Zerón en este I Encuentro, pretende rendirles homenaje el Aula de Poesía, desde la certeza de que ellos serán los que, como Miguel, dejarán un rico legado para los poetas venideros.