«Cuando no sé gobernar culpo al pueblo» (¿Nadie lo ha dicho ); S e va la Semana Santa dejando su macabra e insensible cifra de muertos y heridos en accidentes de circulación. Cuando piensas que todas esas personas, ni en sus peores sueños, vieron acercarse la guadaña de la muerte caminando sobre cuatro ruedas, la sensación de que algo no está funcionando empieza a ser obsesiva y acuciante. La indignación derivada de todo lo que ves alrededor de los accidentes de tráfico no es fácil de explicar en un solo artículo. Intentémoslo.

El coche. Cada vez se fabrican más coches y las empresas automovilísticas no dan respiro a sus factorías para inundar el mercado; los vehículos se ofrecen al consumidor como un bien necesario e insustituible. Ninguna sociedad se concibe sin la existencia de los omnipresentes automóviles. Alrededor de ellos gira un negocio billonario, y suponen una fuente de trabajo -directo e indirecto- imprescindible para decenas de millones de personas. Si se cerraran las fábricas la convulsión social desatada se asemejaría a una catástrofe mayor que la guerra. Piénsenlo. Pero ¡ay amigo!, los coches también corren yÉ matan. ¿Nos lo dicen los fabricantes con esa rotundidad ¿Cuando compramos un vehículo se especifica si es necesario receta ¿Cuáles son las precauciones, los efectos adversos, o mejor aún, las contraindicaciones Pues debería indicarse, porque el medicamento se las trae.

La carretera. El fenómeno anterior coge -como siempre- a los políticos con el paso cambiado y mirándose el ombligo (alguno debe tenerlo memorizado);. Construir carreteras adecuadas para el parque automovilístico previsible no se puede improvisar, y además supone un servicio que cuesta dinero. Dos palabras tabú: previsión y gasto para servicios. Consulto el diccionario de los políticos: la primera no aparece y la segunda está castigada sin recreo por ser tan impertinente. Me voy al de antónimos y leo: improvisación y despilfarro -dos y tres páginas, respectivamente-. ¿No conocen puntos negros en las carreteras por las que circulan; o mal señalizadas, con baches, en obras sin información, mal asfaltadas, con curvas peligrosísimas y cruces que ni diablo diseñaría ¿O aquéllas que dividen a un pueblecito en dos, condenándolo a un muro de Berlín donde pasar al otro lado supone un billete al cementerio ¿No las conocen Pues cállense, no sea que les retiren el carné por haber bebido. Y con razón.

E l factor humano. Sin conductores no habría coches circulando y por tanto accidentes. Es el máximo deseo de la Dirección General de Tráfico (de hecho su actual director no conduce);. Por desgracia los sueños imposibles llevan a la melancolía, y además producen monstruos: los soñadores. Conducimos un instrumento de riesgo que no siempre se usa de la manera adecuada: velocidad, distracción, cansancio, alcohol, drogas e imprudencia en general, conviven en un juguete necesario, pero peligroso. ¿Qué hacer (sin consultar con Lenin, claro);. ¿Le quitamos el juguete al niño aunque llore; racionamos su uso; o le enseñamos a jugar sin hacerse daño Mi amigo el pediatra me aconseja esto último. Pero, ¿tenemos profesores, colegios, libros útiles para educar, castigos adecuados a las faltas cometidas ¿Qué se enseña en las autoescuelas, a conducir o a aprobar el examen ¿Dónde está la asignatura de seguridad vial en los colegios ¿Hay campañas televisivas que informen e instruyan ¿Está adecuada la norma a la sanción administrativa o judicial Cuando oigo al gobernante hablar de los conductores, me recuerda la máxima de Pascal: «Cuanto más hablo con los hombres, más admiro a mi perro».

L a autoridad. Sin perjuicio de la responsabilidad que corresponde a la Policía Local y los jueces, me refiero sobre todo a los incombustibles políticos, ora en su faceta de legisladores (no vale reírse);, o en la de gobernantes (ni llorar);. Porque en el otro pilar, la Guardia Civil de Tráfico, sólo vemos carencias y dedicación. Las primeras son achacables, en exclusiva, a quien gobierna. Es vergonzoso constatar las dificultades con las que se enfrenta la Guardia Civil: vehículos viejos e insuficientes, efectivos bajo mínimos, jornadas eternas, cometidos disparatados, órdenes caprichosas y un afán recaudatorio y propagandístico del Gobierno, hacen de su trabajo un auténtico calvario, pese a su gran entrega. Insisto, de vergüenza. De los políticos casi no vale la pena hablar, no sea que descubramos que se puede vivir sin la mayoría de ellos, y entoncesÉ Sólo culpan al conductor, y a estas alturas del discurso ustedes ya saben que no siempre es verdad. Ni carreteras, ni Guardia Civil, ni normativa adecuada, ni mejoras, ni educación, ni transporte público alternativo, eficaz y asequible. Represión y castigo, pese a la voceada tolerancia. Cuando las cuentas no cuadran, a la cárcel. Con decirles que algunos/as presumen de botellón y porrosÉ (A los que dicen esto les preguntaría: ¿cómo vuelven a casa a esas horas de la madrugada con cuatro copas y tres «petas» ¿En coche propio; en el autobús de los sueños; en el taxi invisible; o en el cochecito de San Fernando );. Pero, ¿de verdad piensan que somos tan subnormales Burda demagogia: invitar al botellón y castigarlos por conducir bebidos.

¿A que les entran ganas de vender el coche y subirse en el vehículo oficial de los mandamases Pues vayan sacando turno, porque somos muchos. Otro día les hablaré de inseguridad ciudadana. Sé que no gusta a determinados colectivos porque no es revolucionario ni progresista, pero tampoco lo era entonces llamar genocida a Pol Pot y por callarnos, acabó asesinando a dos millones de personas. ¿Volvemos a callar .

Rafael Simón Gil es abogado.