U n año más los demócratas nos disponemos a recordar y celebrar la fecunda jornada del 14 de abril de 1931, como espejo de esperanzador futuro. Este año la celebración es especialmente relevante, pues asistimos a una situación política en España que parece seguir, con sospechosa puntualidad, la hoja de ruta diseñada por la CIA para complicar y desestabilizar gobiernos considerados no afines. Con preocupante expectación vemos como un partido político está creando un ambiente de absurda y gratuita crispación social que muestra el grado de irresponsabilidad y ansia de poder de sus dirigentes. Todos sus actos semejan justificar ese fin. Nada parece importarles, utilizando en beneficio propio y sectario hasta los sagrados símbolos que deben identificar al pueblo, no a un partido. La bandera, el himno, nada les detiene. Pero esa actitud patriotera no es nueva. Son los nietos de la Unión Patriótica, partido único en la dictadura de Primo de Rivera , que se disolvió como un azucarillo al primer embate electoral, dando paso a la jornada que hoy celebramos, ejemplo de civismo y responsable ejercicio de ciudadanía. Y son hijos de otra dictadura, la de Franco , que tras cainita guerra, tuvimos que sufrir durante casi cuarenta años; nueva tiranía, igualmente apuntalada por otro partido único, cruel y sanguinario. Esta dictadura sobrevivió a la derrota, en 1945, de las fuerzas nazi-fascistas que la sostenían, y fue el último vestigio, residual y esperpento, de esos regímenes genocidas y totalitarios, hasta la muerte del dictador, quien también se creyó depositario genuino de las esencias patrias, no siendo más que su secuestrador. Todo aquello acabó como el rosario de la aurora, aunque, en el caso de la dictadura franquista, luego de protagonizar el baño de sangre más grande que se recuerda. Por ello, debemos estar atentos, y aprender de la historia, para oponernos a toda maniobra desestabilizadora, sabiendo que cuando en el Foro una fracción se abroga la posesión exclusiva y excluyen de la Patria, las botas de la dictadura suenan por los pasillos.

Afortunadamente, hoy el nivel cultural de los españoles está a la altura de las naciones europeas más prosperas, por lo que no creemos que los políticos corruptos, vividores y manipuladores, tengan cabida en nuestra moderna sociedad, más allá de sus puntuales y efímeros golpes de efecto: son más activos y ruidosos que numerosos. Poseídos de la verdad absoluta, dispuestos a salvar la Patria de no sé qué enemigo, no se percatan, en su alocado paroxismo, que el único mal del que hay que vacunar a la Nación es el veneno que ellos mismos la inoculan. Individuos de averiada conciencia, instalados en la necedad y la mentira más descarada, que aún cree tener en un puño, dominados cual sumiso y acobardado rebaño, a cuarenta millones de españoles. Digámosles, alto y claro, que pasaron los años de oprobio y que nadie va a soportar hoy, en pleno siglo XXI, ser rehén, cautivo y desarmado, de unos desalmados viudos del humillante ayer.

Porque hoy la sociedad española es cada vez más consciente de que, superando las dos estrechas franjas, roja o amarilla, a las que se intenta reducir, demagógicamente, el debate político, social y nacional, se abre un horizonte espacioso y prometedor: una tercera vía morada, sinceramente democrática, donde la rica diversidad de pueblos que han convivido durante siglos en esta tierra - cierto que a trancas y barrancas - pueda sentirse, sin complejos, sosegadamente integrada.

Esa es la nueva España, republicana, federa, progresista, constitucional, positiva, profundamente respetuosa con la ética y los valores cívicos, como factores irrenunciables, especialmente protegidos y potenciados desde los poderes públicos, que hoy reivindicamos y que informa, explica y justifica el recuerdo de aquel radiante 14 de abril de 1931 que ahora celebramos. q