Se veía venir. La recomposición del Consell de la Generalitat Valenciana se ha llevado por delante a la honorable consellera Lola Johnson. Por distintos motivos tal hecho parecía cantado. En el sector turístico no solemos tener dudas a este respecto, estamos acostumbrados a que estas competencias autonómicas cambien de responsable a poco que se muevan las poltronas de la Generalitat. De todas las responsabilidades autonómicas es sin duda la más volátil. Parecería que la mayoría de los Molt Honorables no saben qué hacer con ella y ¡hala! es un no parar de aquí para allá sin dejar envejecer a sus responsables en sus cargos. Veamos sino la continuidad que los diferentes presidentes han dado a los responsables del turismo regional.

Lerma durante su mandato utilizó a tres consellers para dirigir turismo: Segundo Bru, Andrés García Reche y Martín Sevilla; que a su vez usaron de seis altos cargos, con nivel de director general, al frente de los correspondientes departamentos. Lo que hace una cuenta de nueve dirigentes.

Eduardo Zaplana, al asumir directamente estas competencias, se ahorró el nombramiento de consellers y sólo dispuso de un alto cargo para todo su mandato. Lo que hace un total de dos dirigentes: él mismo y un servidor de ustedes. (Modelo que continuó Olivas al complementar los ocho años de legislatura).

Entramos en el período Camps. Este presidente tuvo al frente del turismo a cinco consellers: Miguel Peralta, Milagrosa Martínez, Angélica Such, Belén Juste y Lola Johnson; que contaron con siete altos cargos (entre secretarios autonómicos y directores generales) para gestionar el turismo valenciano. El total es pues de doce.

Y ahora nos adentramos en el mandato de Alberto Fabra que ya va por dos consellers y tres altos cargos. O sea, ya llevamos cinco.

Recapitulemos: Lerma, 9; Zaplana, 2; Camps, 12; Fabra, 5 (Toma movilidad). Si es que en la mayoría de los casos los altos responsables no tuvieron tiempo ni para poner el huevo. ¿Y el "sin vivir" del personal? -¡Horror, que vienen los nuevos! Venga el informe, que hay que ponerlos al corriente-.

Y el sector se queja del mareo. -Que si ahora perdemos rango al diluirnos en una Conselleria Ómnibus. -Que si vuelta a las reuniones de toma de contacto. -Que si de nuevo con las reivindicaciones históricas. -Que si merecemos una Conselleria propia.

Lo del nivel de la representatividad: Conselleria de Turisme, Ministerio de Turismo (así, a secas, sin realquilados) es una reclamación que reaparece cada vez que se avecina un cambio de gobierno. Menuda perra la que cogimos al aproximarse las elecciones generales sobre si era necesario la creación de un Ministerio de Turismo exclusivo para esta competencia. El debate en los medios de comunicación, sobre todo en los especializados, fue amplio, profundo yÉ pesado. Todo quisqui se sentía invitado a dar su opinión. Empresarios, comentaristas, profesionales del sector, todos argumentando y siempre concluyendo que la creación del susodicho ministerio era una necesidad. A ver, si reconocemos que el turismo es un sector de la máxima importancia para la economía nacional, ¿cómo se puede entender que no posea su propio ministerio? Ya podías contraponerles que en el gobierno central apenas residen competencias que gestionar en materia de turismo, que la inmensa mayoría estaba transferido a las autonomías. Nada, ni por esas. Vamos a ver, para llevar a cabo la promoción exterior de la marca "España" no se necesitan ministros sino técnicos en publicidad, estrategas en comunicación yÉpresupuesto, mucho presupuesto. Sí, pero, ¿qué pasa con el producto? Que no, que la regulación del sector es competencia de las comunidades autónomas. Que si quieres arrozÉ

Claro, que una cosa es no dedicar un ministerio en exclusiva para el turismo y otra es rejuntarlo con competencias dispares y hasta antagónicas como ocurrió al constituirse el nuevo gobierno. No te lo pierdas, el turismo con las energías y las industrias. El mismo señor ocupándose de la energía nuclear, la minería, la importación del petróleo y captando visitantes para España. No me pega ni con cola.

Y, ¿qué pasa en el ámbito autonómico? Pues que ya se ha probado todo. Se ha encuadrado en consellerias compartidas. Ha estado asignado a consellerias exclusivas. Y, durante ocho años, ha funcionado sin la adscripción de conseller. ¿Vamos a seguir discutiendo sobre la cuestión de la ubicación? Más valdría que centráramos las expectativas del sector en que el departamento, sea cual sea su rango, disponga de capacidad, recursos, clarividencia, determinación, aciertoÉ y, si fuera posible, concederle un poco de tiempo a su gestor para que pueda elaborar, planificar y llevar a cabo un proyecto sólido y continuado.

Un poco de serenidad nunca viene mal. Así, con tanta movilidad, acabaremos siendo los mejores equilibristasÉ o cogiendo un mareo que "p'a qué".