El pasado miércoles en la Sede de la Universidad de Alicante, asistimos con Olga Diego al último de una serie de diálogos sobre arte contemporáneo que María Marco, historiadora del arte, ha entablado con cuatro artistas que trabajan en Alicante: María Dolores Mulá, Pepe Calvo, Máximo Pissani y Olga Diego. Esta autora nos introdujo en una concepción artística que se ha ido conformando en el ámbito internacional desde los años sesenta, y que en nuestro país empieza a tener una tradición consolidada. Se trata de la reflexión sobre el propio cuerpo, en su actuación como elemento estético, que conlleva múltiples significados sociales, políticos, como concreción de unas ideas, un pensamiento social y cultural, en el espacio crítico del arte. Un desarrollo que difiere un tanto de las prácticas tradicionales del arte, la pintura, escultura, fotografíaÉ aunque Olga desarrolla estas actividades como fundamento de su acción directa ante la cámara.

Su trayectoria se inicia con el vuelo de unos globos de grandes dimensiones que ella misma fabrica, y paralelamente, con unas performances en las que busca, en algunos casos con cierta agresividad, golpear al espectador, haciéndole vivir de manera directa, sin falsear virtualmente la imagen, una experiencia que en si misma conlleva una reflexión. En ningún momento se trata de un acto impulsivo, espontáneo, es una acción directa pero con toda la fuerza de lo ritual. En la Sede, su trayectoria se nos mostró a través de unas mismas inquietudes y el perfeccionamiento de unos conocimientos técnicos. Desde los primeros ensayos en el ejercicio del vuelo a un estudio más concienzudo para construir un globo con el que poder volar ella misma. Un planteamiento artístico que implica la necesidad de construir el artefacto volador, buscar una mirada diferente tanto de la tecnología que nos rodea como del espacio visto a través de esta. La mirada desde la verticalidad de la altura o buscando el extremo, a ras de suelo. En otras obras, la acción sobre su propio cuerpo se convierte en elemento de denuncia de una situación agresiva para la mujer o para el individuo en general. El fuego con el que se quema los atributos superfluos de mujer o de hombre, enterrar la cabeza, son actos primarios para recrear el conflicto de una realidad. En su último trabajo, desarrollado para la sala Mustang en Elche, el globo se ha convertido en unas grandes estructuras volumétricas semitransparentes, figurativas y abstractas, en la ocupación de grandes espacios. La artista siempre, desde el rigor, ha buscado la imagen visual sin desvirtuar su concepto de espacio y volumen, desarrollando diferentes lecturas desde lo conceptual pero sin despegarse de la reflexión del dibujo o la escultura, de las pautas creativas de la investigación artística, incorporando las tecnologías y la visión propias de su época.