A estas alturas no es necesario insistir remarcando el fenómeno de Internet ni de lo que ha significado su aparición ni la de las redes sociales para el negocio del turismo. Sin lugar a dudas, el turismo es una de las actividades que mejor ha encajado en estas nuevas modalidades de difundir y comercializar los productos. Todo se puede ya comprar por Internet. El consumidor tiene a su alcance todos los servicios y productos que componen la oferta turística que en unas ocasiones adquirirá directamente y en otras los obtendrá del canal de la distribución. Está claro que esta nueva modalidad de compra-venta aporta una mayor libertad al cliente para elegir, sin influencias ajenas, los productos que son de su agrado. El comprador ahora conoce mejor lo que está en oferta, se abaratan los costes (casi siempre) al eliminar intermediarios, puede consultar las opiniones de los usuarios previos (aunque aquí hay que reconocer que existe mucha trampa) y, en suma, tiene al alcance de su mano conocer y adquirir todo aquello que se ofrece. Un gran avance que ha significado una indiscutible ventaja, una innovación que ha variado el modus operandi del sector y que ha cambiado, incluso, nuestras vidas.

Las ventajas obtenidas son reconocidas por todos, pero ¿no ha producido ningún inconveniente? ¿No se ha perdido nada en este proceso de necesario y arrollador cambio? Bueno, yo veo peligrar una figura que tenía un papel importantísimo y que con el adelgazamiento del sector intermediario está sufriendo la agonía de la desaparición. Me quiero referir al quehacer de las empresas que prestaban la asistencia "incoming" a los visitantes. Pero no tanto por la labor de intermediación y apoyo que prestan a clientes y operadores representados sino por su capacidad de crear nuevas oportunidades confeccionando paquetes que acaban aportando diversificación y nuevas experiencias enriquecedoras del -a veces- anquilosado panorama de la oferta. El comprador "on line" puede comprar todo aquello que se encuentra en oferta, sí; pero su capacidad para inventarse nuevos productos se me antoja que es muy limitada. Sin la existencia de un emprendedor local, ¿podrían los clientes confeccionarse una excursión de los burros a l'Algar? Vía Internet se podría comprar, pero me parece muy difícil que los internautas llegaran a proveerse de burros y demás enseres para montárselo por su cuenta. Ahora bien, si Juan José Campus te trae los burros de donde los haya, te asegura el resto de la logística necesaria, te lo publicita, etc., etc.; así sí que el interesado podría acceder a comprar por Internet, directamente o por intermediación, la famosa excursión. Lástima que ya no exista.

¿De qué me quejo, entonces? Pues del debilitamiento de aquella fuerza de antaño para inventarse cosas interesantes y comerciales. Y de que una exclusiva confianza en las innovaciones de la comunicación puede hacer desaparecer esa figura necesaria ubicada en el sector de la intermediación, que es el que sufre la mayor regresión debido al imparable empuje del comercio "on line".

No hay que reusar la utilización de las buenas herramientas. Todo lo contrario. Los medios tecnológicos de probada eficacia hay que emplearlos cada vez más. Pero habrá que confiar en que las lagunas que se produzcan sean cubiertas por nuevos emprendedores. Como ha sucedido siempre que la innovación ha producido la obsolescencia de gremios, oficios y sectores. Hay que escarbar pues en ese territorio, el de los inquietos, el de los imaginativos, el de los atrevidos, el de los lanzados. Imaginación suele haberla. Cada año asistimos a la presentación de proyectos dentro de los Premios Pedro Zaragoza que demuestran la creatividad de muchos jóvenes, pero yo echo de menos un poco más de osadía para la acción. Muchos proyectistas pero pocos dispuestos a realizar las ideas que tuvieron. Sí, nos vendría muy bien que los destinos turísticos se repoblaran de animosos emprendedores.

Bien, pues no debo estar solo en esta percepción. El Ministerio de Industria, Turismo y Comercio se ve que ha llegado a la misma conclusión y acaba de convocar un plan de ayudas incentivadoras para paliar esta debilidad tantas veces ya citada. Se trata del programa Emprendetur que pretende ayudar a los jóvenes emprendedores e innovadores. Está dotado de 48 millones de euros.

A mí, la parte de la innovación me parece que está siempre mejor posicionada ante estos planes y que conoce mejor los resortes para conseguir las ayudas puestas a su disposición. Es la otra parte, la que va dedicada a la juventud emprendedora la que creo que debemos divulgar con más ahínco y a ello me voy a poner. Este sub-programa, que cuenta con 20 millones de euros, está dedicado a emprendedores menores de 40 años, no precisa de otra garantía que la de su proyecto empresarial para obtener un crédito sobre el 100%, con un tope de un millón y con unas condiciones ventajosas.

Los gestores de experiencias locales, nueva actividad a la medida de los jóvenes emprendedores, que tanto pueden enriquecer la oferta turística de nuestros destinos, disponen de una oportunidad que no deberían dejar pasar. Los necesitamos para llenar un hueco que se me antoja primordial.