La exposición de Dionisio Gázquez Espacios de Luz que actualmente se muestra en la Casa de Cultura de Mutxamel nos da una visión panorámica de su producción que nos aporta algunas claves para su comprensión y destaca algunos temas recurrentes en su trabajo.

Tal vez el origen de una parte de ese trabajo está en una acuarela de 1975 que representa el interior arruinado de la fábrica Cross en Alacant, ya desaparecido. El cuadro que nos habla de una preocupación formal que obsesiona al pintor: la arquitectura. O mejor, las cualidades del espacio arquitectónico. Entonces el pintor ya utilizaba la abstracción geométrica, pero aquí se apoyó en la perspectiva, un sistema que nos ayuda a comprender sin esfuerzo la imagen. Ante la dificultad de captar el espacio arquitectónico Dionisio no quiso introducir ningún otro componente que distorsionara la experiencia: el tema es el espacio y usó una representación habitual y conocida para facilitar su lectura.

En esa acuarela, gracias a la perspectiva, comprendemos la luz que hace vibrar las texturas de las fábricas; la retícula de los pares y correas que traslapan la materialidad de la cubierta; los macizos muros de ladrillo, perforados por huecos y ventanas; los rotundos trazos oscuros de los cuchillos de madera del primer plano; los contrastes de colores. Luz, texturas, colores, planos paralelos en profundidad, perforaciones, geometría... configuran el espacio vacío. La arquitectura se conforma con sus propios elementos (muros, aperturas, materiales), y se representa con el sistema más próximo a la visión: la perspectiva.

Poco después el artista retomó el tratamiento del espacio desde dos posturas paralelas que también nos llevan a la arquitectura. Por un lado, unas obras de pequeño formato (ritmos desplegándose) donde las virutas arrancadas al papel se separan del plano plástico originando volutas que invaden el espacio. No es un espacio ficticio sino que la obra emerge del plano y se instala en el mundo real. Por otro, unas manchas geométricas en retículas recuerdan las ventanas en las fachadas y alzados aludidos en los títulos. Son obras que apuntan al pensamiento de Dionisio sobre su casa. Más que plasmar un resultado estos ensayos estimulan la imaginación de lo posible mientras que el ojo acepta o rechaza lo que la mano ejecuta. Esta vía, al fundirse con la anterior, dio origen a una serie de obras tituladas arquitecturas, donde el plano del cuadro incorpora una profundidad real. Planos y maquetas conceptuales de fachadas son el sustrato de estos trabajos. Pero no son meros documentos técnicos sino una indagación plástica instalada en esa frontera arquitectónica donde anida el universo del autor. Dos cuestiones, por lo tanto, entrelazadas: la ubicación de la obra con el espacio físico y los huecos que remiten a un espacio encerrado posterior, como una abstracta fachada que nos abre y nos veda un interior apenas insinuado.

La fusión que los huecos introducen entre el espacio pictórico y el real alumbra una línea de trabajo conformando la historia creativa del pintor. En este proceso, los lienzos gestuales recuperan las texturas como otra cualidad arquitectónica. Aunque son las propuestas espaciales, ensambladas en una unidad formal y conceptual, entre la representación y la presencia, las que canaliza su evolución. Dos manifestaciones concretaron ese campo de trabajo: por un lado, los planos neutros y geométricos de cuadrados traslapados, (Desierto blanco), aluden a una profundidad reducida a su mínima dimensión perceptible: el no-espacio pictórico esencial. Y, paralelamente, las rasgaduras que, abandonando la literalidad ortogonal de las ventanas, dan protagonismo al hueco de rotos y fisuras (óvalos, lunas), abriendo la experiencia del espacio objetivo.

El proceso adquirió complejidad multiplicando capas y planos solapados activados por la luz real que arroja sombras encadenadas (Ecos) enfatizando las ínfimas distancias que los separan. Y todo esto estimulado por la diversificación de soportes, las distintas maneras de ejecutar las perforaciones e incisiones, la definición de los contornos con tajos limpios o desgarros violentos que conviven y se contraponen en las mismas obrasÉ En este entramado, cada vez más denso y complejo, participa de una manera relevante otro elemento creador de espacio: el color. Algunas obras de la serie de las ventanas, perforaban un hueco donde aparecía un fondo de color, una textura o un paisaje abstracto. El primer plano se convierte así en el marco literal que encuadra la imagen, proyectando su sombra sobre el soporte posterior. Luz y sombra reales, junto con el color pictórico, son el tema encerrado en esa carpintería, que es la cartulina agujereada.

El color aplicado al trasdós de los planos desaparece de la vista y sólo queda su reflejo indirecto sobre el fondo. La pintura se oculta evidenciando su papel como creadora del espacio pictórico hecho de huecos, distancias, relaciones entre los planos, texturas, sombras y reflejos, que no son ficticios ni simulados en el lienzo sino físicos y verdaderos. El espacio pictórico se identifica con el real con el que trabaja la arquitectura.

La diferencia entre escultura y arquitectura es que, en la primera, el espacio envuelve y rodea a la obra, mientras que la arquitectura encierra y acota el lugar. La escultura es volumen, masa. La arquitectura es vacío, hueco. Dionisio, trasladando a la escultura su poética, trabaja con planos perforados y paralelos que establecen relaciones espaciales y vacíos entre ellos (homenaje a la Santa Faç), líneas que salen del plano, volúmenes encerrados en cubos dibujados en el aire, piezas geométricas conformadas por superficies con aperturas por donde se perciben vacíos llenos de reflejos coloristas: espacios de luz. Ante estas obras la experiencia plástica y la espacial se funden.

Es sintomático que cuando recientemente ha planteado las instalaciones para rayos láser (energías de luz), en los dibujos preparatorios, ha utilizado de nuevo la perspectiva para representar la retícula espacial hecha con finos rayos de colores. Como en la acuarela de 1975, el lenguaje plástico no quiere interferir en la comprensión del contenido: un espacio tridimensional de color. Captar el espacio aquitectónico y representarlo es una constante del trabajo de Dionisio.