Se me apareció el diablo y me preguntó si me gustaría tener en la realidad lo que solo poseo en la fantasía. Le dije que no. Como el diablo lee el pensamiento, se dio cuenta de que por dentro estaba diciendo que sí.

-Por dentro estás diciendo que sí, dijo.

-¿Y por qué va a tener más valor lo que digo por dentro que lo que digo por fuera? -dije yo.

-Porque la verdad -dijo él- está dentro, eso lo sabe todo el mundo.

-Pues para mí -dije yo- es más verdadero lo de fuera.

-Precisamente -dijo él- eso es lo que te estoy ofreciendo, lo de fuera: dinero, fama, éxito, belleza, juventudÉ Triunfarías en Rusia, por ejemplo.

No sé por qué fue Rusia lo más exterior que se le ocurrió, pero le dije que Rusia no era para mí lo suficientemente externa. Más aún, el planeta Tierra en su conjunto me parecía una boñiga atrapada en el recto de una vaca inmensa, cuando no un cáncer de colon de un tipo gigantesco.

-No me puedes ofrecer nada tan exterior que logre seducirme- le dije por afuera, aunque por dentro me moría por decirle que sí, que sí, que sí.

El diablo meditó unos instantes y al final sentenció:

-Mira que sois raros los hombres, yo deseo lo mismo por dentro que por fuera.

-Porque tú eres al afuera de Dios, le dije, o su dentro, no estoy seguro, no eres un individuo completo, con su funda y con su forro, con su piel y sus vísceras, eres la mitad de Dios, por eso deseas lo contrario que él, como le ocurre a mis dos mitades.

No le gustó la idea de ser la mitad de Dios, su dentro o su fuera, quizá su inconsciente.

-¿Hacemos o no hacemos el trato?, concluyó, que tengo la agenda muy cargada.

Me moría por firmar, pero negué y negué y negué tres veces, como Judas, otorgando así más valor a lo que deseaba por fuera que a lo que deseaba por dentro. Por ello ahora soy tan infeliz, aunque lo sería también de haber dicho que sí. Total, que no vamos a ningún sitio.