Mezclar poesía y modernidad. Ese era el reto de Eduardo Chapero-Jackson cuando se le encomendó la misión de realizar un documental sobre Antonio Machado, por el centenario de Campos de Castilla. Se trataba de un trabajo apoyado institucionalmente, en concreto por Acción Cultural de España. La productora Ana Amigo fue la responsable de moverlo. Y enseguida pensó en Eduardo. El cineasta poeta.

Aquel que solamente con una trilogía de cortos y con su debut en el largo, Verbo, había sido capaz de demostrar un estilo propio, que iba como anillo al dedo: fundía poesía y modernidad. Los mundos sutiles fue presentado en la pasada Seminci de Valladolid en el formato largo, que es el que se acaba de proyectar en la Cineteca de Madrid (para optar a los Goya tiene que exhibirse en salas previamente). Y hoy, por fin, llega a La 2, en versión de sesenta minutos.

Será una prueba para los espectadores, a los que reto. Estamos tan acostumbrados al zapping, y en su defecto, en un mismo programa, al ritmo trepidante, a que sucedan muchas cosas, a ver la televisión a la vez que estamos pendientes de otras pantallas y otras actividades, que seguir un trabajo como Los mundos sutiles con los cinco sentidos, zambullirse en la poética que nos propone Eduardo puede parecer una osadía para estos tiempos de prisas. Les sugiero que se pongan a prueba. Que intenten superar el reto de quedar embelesados por las imágenes durante una hora. Es un buen ejercicio éste de aprender a mirar y a sentir. Con calma. Nunca es tarde si la dicha es buena. La bailarina/actriz Amaia Pardo y los versos de Machado son suficiente enganche para acometer la aventura. No es un documental de animales de La 2. No es videodanza de Metrópolis. No admite etiquetas. Es una obra de Eduardo Chapero-Jackson, y punto.