Estas palabras son de José Menese en un momento en el que evoca su larga y profunda amistad con José (José Antonio Martínez Bernicola), cuarenta años de amistad pura que pesan mucho y que expresan ese sentimiento infinito de amor, cariño y afecto. Estas palabras se escucharon el pasado martes en la clausura del ciclo Mundo y formas del flamenco. La memoria que nos une, cuyo broche final lo ponía la presencia de José Menese que cumple medio siglo en escena. ¡Qué deleite para los sentidos! ¡Cuántas y variadas cosas dice y expresa el cante! El flamenco en Alicante, y concretamente en la Universidad, lleva un nombre, el de José Antonio Martínez Bernicola, profesor, amante de la cultura, apasionado del flamenco, quien, aun no estando entre nosotros, le ha cedido, en silencio, el testigo a su viuda, a su hijo, a sus innumerables amigos, cantaores, amantes del flamenco, todo ello en torno a la Peña Flamenca de Alicante Pedro Bacán. La última sesión llevaba por título José Menese. Una noche con la peña flamenca y eso fue lo que vivimos, una noche flamenca con su duende, su magia, entre puristas, entendidos, amateurs, y otros varios, atrapados por ese algo que sólo hace acto de presencia en contadas ocasiones.

Es difícil escribir lo que se vivió allí aquella tarde, vivirlo y sentirlo es demasiado complejo y requiere una elección minuciosa y cuidadosa del lenguaje. La sala Rafael Altamira se quedó pequeña y se convirtió, casi por arte de magia, en una tarde de peña donde el cante surge espontáneamente y donde la unión entre voz, sentimiento y público resuena al unísono a la vez que se comparten momentos de silencio estremecedor.

La Sede se convirtió en improvisada peña, la peña tomó la Sede para darse a conocer, para explicar en qué consiste el flamenco e invitar a cualquier aficionado o aficionada a acudir a ella. Sin duda destacaba la figura del maestro José Menese acompañado por Antonio Carrión junto a otros miembros de la peña como Jerónimo, Rafael, Ángel, José Feliciano y Alfonso. Entre presentación y presentación, fotos que recordaban diferentes momentos del flamenco, nostalgias del pasado, entraba alguna seguiriya, alguna toná, soleáÉ y cuantas emociones puede generar el ser humano. Esa expresión de cariño mutuo quedó patente con el obsequio de la Peña a Menese, un precioso cuadro de unas manos flamencas de Pepe Azorín. Era difícil contener las lágrimas, un derroche de sentimientos que vivían por igual, hombres, mujeres, jóvenes y no tan jóvenes. Un público emocionado y entregado empezó a llegar a partir de las seis y media de la tarde. Un público de todas las edades que acudía a la sede a compartir un rato de tertulia flamenca y en el que cámaras y móviles se convirtieron en improvisados pero valiosísimos objetos con los que inmortalizar una noche inolvidable y hasta me atrevería a decir, irrepetible.

Allí se palparon los lazos tan profundos y sólidos que unen Alicante con el flamenco, que unen igualmente la Universidad con el flamenco. Porque el flamenco es ante todo una historia de sentimientos y afectos. Es la historia de una pasión, la del matrimonio Bernicola por el flamenco. Detrás de cada uno de los rostros había una historia que empieza, termina o que ha confluido en el flamenco. Encarna, Tere o la propia Finuchi son mujeres que han interiorizado, cada una a su manera, el flamenco y lo transmiten en cada uno de sus gestos, en cada una de sus expresiones, o Pablo o Juan, hijo y sobrino, que también a su manera están contaminados por el cante jondo. Todo ello quedó patente esa noche. Y es que el flamenco es también la historia de grandes amistades, de grandes complicidades como las que unen a la gente de la Peña, es la historia de la admiración por un arte que está profundamente entroncado en nuestras raíces culturales. Toda esa riqueza se ha ido gestando y consolidando a lo largo de los años, entre diferentes personas y diferentes instituciones que han sentido el arte como hay que sentirlo, con pasión, entrega y sentimiento y que han dedicado parte de su vida a divulgarlo, a fomentarlo y a erigirlo a la categoría de Cultura. Porque al Arte hay que amarlo, quererlo y mimarlo, y sólo "queriendo como hay que querer" perdura, permanece y se transmite de generación en generación porque, ¿qué sería un mundo sin Arte, sin Cultura?